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Por Claudio Fantini. No sería una buena noticia que Susana Malcorra sea elegida en la Secretaría General de la ONU. Tampoco es bueno que esté dedicando tanto tiempo y viáticos en su campaña para ocupar el lugar que pronto dejará vacante Ban Ki-moon. Que Malcorra ocupe el cargo principal de la ONU, no implica ni una ventaja significativa ni un reconocimiento para el país.
Nadie llega a ese cargo porque su país esté descollando. Si no, el ghanés Kofi Annan no hubiera sido secretario general. Tampoco el birmano U Thant. Pesan otras razones políticas y económicas.
Después de tantos años con Héctor Timerman en la Cancillería, en los que puso la diplomacia argentina sólo al servicio del ego de Cristina Kirchner, es importante para el país tener una canciller como Malcorra.
En las antípodas de Timerman, la actual ministra de Relaciones Exteriores y Culto tiene seriedad, experiencia y preparación para ocupar el cargo. Probablemente, la persona con mejores credenciales que ocupó ese cargo desde Carlos Saavedra Lamas.
Su capital más importante es la red de contactos que estableció con casi todos los gobiernos del mundo, actuando como pieza clave del equipo de Ban Ki-moon. También el inmenso respeto que todos esos gobiernos, así como las principales figuras del escenario político mundial, le profesan.
Un capital sin dudas valioso para utilizar al frente de las Naciones Unidas. Para la Argentina, ese capital tiene valor si lo utiliza en la reinserción de nuestro país y en la reformulación de las alianzas, para que ese giro al mundo se haga de la manera más estratégica y provechosa.
La revitalización del Mercosur, hasta su posible asociación con la Alianza Pacífico y su proyección hacia la Unión Europea, requiere una conducción experta y mundialmente valorada como la que ofrece Susana Malcorra.
Otra razón por la que su salto a la secretaría general de ONU sería bueno para la ONU, pero no para el país, es que al cargo que dejará vacante podría ocuparlo Alfonso Prat-Gay, quien seguramente sería un canciller eficiente, serio y eficaz.
Pero esas virtudes suyas hoy son más importantes en el Ministerio de Finanzas, aunque ahí no se siente muy cómodo, debido a que sobre el timón de la economía argentina hay demasiadas manos pugnando por el control.