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Por Claudio Fantini. El acierto del actual Gobierno fue incrementar la presión diplomática sobre Londres. El error es desestimar totalmente a la población isleña como actor en la cuestión, sin reparar en el argumento a favor que le otorga el tema demográfico.
Dejando de lado el retroceso que implicó la desmesura bélica de la que se cumplen 31 años, la Argentina siempre había cumplido, como un mecánico ritual, con la presentación de los pedidos y solicitudes en las entidades internacionales pertinentes. Pero era una repetición letárgica que no sumaba a la pretensión argentina sobre el archipiélago ocupado por los británicos. Por eso es un acierto del Gobierno haber incrementado la presión en muchos frentes diplomáticos para potenciar el apoyo que tiene el reclamo de establecer un diálogo con Gran Bretaña.
El referéndum que realizó el gobierno del primer ministro David Cameron demuestra que la presión argentina tiene efectividad. Si no la tuviera, Londres no se habría visto obligada a tomar esa medida. Pero el Gobierno se equivoca al despreciar en su totalidad la consideración de la población isleña como actor en este diferendo.
Chipre pasó por muchas manos antes de convertirse en colonia británica en el siglo 19. Para no ir tan lejos en el tiempo, fue gobernada por la Serenísima República de Venecia y luego por el imperio turco-otomano. Su particularidad geográfica choca con su particularidad demográfica (está frente a la costa turca, pero su población es mayoritariamente iliria: los greco-chipriotas), aunque ninguna de las dos favorecía la pretensión colonial británica. Finalmente, Londres aceptó la participación de la población en el proceso de decisión sobre el futuro de Chipre, y terminó concediendo la independencia.
En Malvinas, la población es británica y quiere seguir siéndolo, por lo que la Argentina la desestima totalmente como parte del asunto a negociar, mientras que, por el contrario, Londres absolutiza la gravitación de los isleños.
Lo que es importante mostrar al mundo es que se trata de una población diminuta. Hasta constituye un enigma que el Reino Unido nunca haya implementado una política de colonización basada en incrementar la cantidad de habitantes, distribuyéndolos en forma estratégica en la geografía insular. Ni siquiera se tomó ese trabajo tras la guerra de 1982. Por eso, la exigua densidad poblacional constituye uno de los puntos débiles de la posición británica.
La relación entre la cantidad de habitantes y la extensión territorial de Malvinas es absurda. Quizá si estuvieran en manos de la Argentina, tendría la misma cantidad de habitantes, o incluso menos. Pero ése es otro tema. La cuestión es que la potencia que debía colonizar, lo hizo de una manera abrumadoramente insuficiente. Lo prueba el escuálido escrutinio de 2.500 votos en el referéndum sobre la soberanía.
Mientras Gran Bretaña mostraba al mundo el resultado de la consulta, la Argentina debió mostrar la escuálida cantidad de sufragios que constituyen el argumento británico.