Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Se perdieron más puestos de trabajo que los que se crearon. Es una realidad innegable. También es cierto que no hay una emergencia ocupacional como en 2002 (el 19,7% estaba desocupado) y en la crisis de 2007 (8,5%), señala el comienzo de mi nota en La Voz del Interior.
Lo que más preocupa a la gente, con ingresos fijos, es la suba imparable de los precios, que el Gobierno promete que se moderará a partir de junio.
Diego Dequino, economista-jefe de la Bolsa de Comercio de Córdoba, recordó que según el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (Oede), del Ministerio de Trabajo de la Nación, entre noviembre de 2015 y febrero último el resultado neto fue una pérdida de 41.579 posiciones, ya que si bien se destruyeron unos 80 mil puestos, se crearon 36.309. Los mayores recortes se verificaron en la construcción (42 mil), por el freno de la obra pública y privada, que cayó 6,8% en el primer trimestre de 2016.
Para Dequino, hay “una sobrerreacción de la oposición”, que pretende hacerle pagar un costo político y mostrar “la ingobernabilidad” del gobierno de Mauricio Macri. “Sería importante promover la creación de nuevos empleos, luchar contra la informalidad y desarrollar nuevas inversiones, cuestiones que el proyecto de ley antidespidos no considera”, sentenció.
La ofensiva del kirchnerismo para declarar la emergencia ocupacional es inexplicable por dos razones. Una, en 2010, Cristina Kirchner rechazó las recetas que ahora alientan las cinco centrales gremiales. Incluso, como legisladora no votó en 2002 a favor de la doble indemnización, aunque acompañó el paquete laboral de Eduardo Duhalde. Durante la gestión de 12 años, el Estado –pero de modo principal la administración central y las empresas públicas- se poblaron de trabajadores. El empleo privado no creció en los últimos años.
Dicen que a Macri le va mejor en la calle que en los medios, pero la política de comunicación es difícil que genere expectativas favorables.
Lo que sí acentúa el malhumor social es la suba permanente de los precios, que empezó a rebalsar el vaso de la tolerancia cuando las naftas subieron 10% el 1° de mayo. Los últimos incrementos en frutas y verduras por cuestiones climáticas, de los peajes -25%-, de los medicamentos y de la medicina prepaga, forman parte de un aluvión que es muy difícil de asimilar por parte de quienes tienen ingresos fijos.
La inflación en Córdoba alcanzó el 35% en los últimos 12 meses. La suba de precios trepó 4,5% en abril.
Los anuncios oficiales carecen de la espectacularidad con las que Cristina Kirchner montaba sus actos. Los créditos para las pequeñas y medianas empresas y la posibilidad de pagar el IVA a los 90 días son medidas que –pese a su importancia- apenas tuvieron espacio en los medios.
Dicen que Macri pone sus fichas en los 10 millones de seguidores que tiene en Facebook, en las cientos de oficinas montadas en el área metropolitana y en Snapchat para los más jóvenes. La sociedad tiene la sensación de que existe una fuerte avanzada de la oposición en la calle y en la televisión.
Macri intenta mostrar otra política, pero las expectativas forman parte de las decisiones en la economía, como lo reconoció Luis Caputo, el negociador con los fondos buitre. En Córdoba, dijo que la “inflación core (núcleo)” se estancó y bajará en el segundo semestre; que hay una “inflación de tarifas” (explican el salto de abril) y una “inflación de expectativas”, que los argentinos saben manejar.
¿Será cierto que a Macri le va mejor en la calle que en los medios?