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Por Héctor Cometto (Periodista deportivo, analista en los ciclos informativos de Teleocho Córdoba). Cuando concluyó el partido ante Venezuela, Javier Mascherano remarcaba la intención de sus compañeros de seguir creciendo, de superarse, como el gran mérito de esta Selección.
Quien fue, según el mismísimo Pep Guardiola, el principal refuerzo del club Barcelona en los últimos años, es un ejemplo de eso. Su superación y crecimiento es impresionante. Es otro jugador. Y eso que era muy completo, pero perfeccionó roles para adaptarse al riesgo de compensar un equipo que no se permite sólo la eficacia, sino que exige la brillantez.
Ganó en lectura de juego, amplió su participación en la gestión de la jugada, ajustó y le dio rapidez a su agresividad en el quite, e impuso su peso en el vestuario y en las rondas de prensa, en una estructura en la que sólo adquieren representatividad los que se la han ganado auténticamente.
Mascherano es el eje, el que no se descentra , el centro de referencia de un sistema en el que sus compañeros son meteoritos que parten con gran velocidad, y él tiene que regular la fuerza centrífuga, la del equilibrio. Gran complemento en la cancha de Lionel Messi, lo es más en el podio del ejercicio de liderazgo del rosarino en la selección.
Autocrítico después de su gran labor ante el Milán, dijo que había cometido un error grave que pudo costar el partido, si el tiro de Niang no pegaba en el palo.
La autocrítica es el punto de partida de la superación. Y desde allí parte y se irradia la humildad y la perseverancia de esta Selección Argentina, cualidades que han permitido que reconocidos grandes jugadores argentinos hayan conformado después de mucho tiempo un equipo.