Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Sergio Massa no juega al fútbol, pero es hábil para disimular los goles en contra de las recientes medidas económicas y de las condiciones del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), señala mi nota en La Voz.
Algo así como “vamos ganando”, pese a que las medidas generarán aumentos en los alimentos y problemas para la industria, mientras que el convenio con el FMI exige un ajuste en los gastos y en los salarios.
El “dólar agro” a 340 pesos alentó la liquidación de algunos lotes, pero el maíz subió 25% en pesos desde el lunes 24 de julio.
El maíz forma parte de la dieta básica de los argentinos, por el consumo de las carnes vacuna, aviar y porcina, cuyo suplemento especial es con base en ese grano.
Massa dijo que las medidas no afectarían al mercado interno; la vocera presidencial Gabriela Cerruti afirmó -sin pudor- que “no hay hambre en la Argentina”.
La vocera presidencial que uno de cada cinco pobres no logra comprar una canasta básica de alimentos (CBA), por lo que está por debajo del nivel de supervivencia.
“El precio de la carne va a aumentar fuertemente cuando llueva mucho; nadie tiene pasto”, advirtió el titular de las carnicerías a nivel nacional, Miguel Schiariti.
En la lista de aumentos se encolumnan automóviles, que no se fabrican en el país (entre 4,5% y 7%), maquinaria agrícola y celulares, por el impuesto del 7,5% a las importaciones.
La industria puso el grito en el cielo porque hay importaciones cursadas por unos 12 mil millones de dólares, las cuales no estaban sujetas al nuevo tributo, según denunció el titular de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), Luis Macario.
“Firmé la compra de materiales por 150 mil dólares; para nosotros es un costo importante, que no sé si podré trasladar a los compradores”, se lamenta el titular de una pyme que elabora sistemas eléctricos.
Como un hábil vendedor, Massa salió a festejar el acuerdo con el Fondo, que le permitirá hacerse de 7.500 millones de dólares después de las elecciones primarias.
El convenio con el FMI provocó varios goles en contra que el ministro-candidato no incluyó en el resultado.
El más doloroso de los goles en contra: “contener el crecimiento de la masa salarial”, lo que supone incrementos por debajo o similares a la inflación.
No sólo eso. El convenio exige también subas en las tarifas de electricidad.
Además, exige ”fortalecer los controles del gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes a las provincias y empresas estatales”, según el comunicado oficial.
En pocas palabras: control de los planes sociales y limitar las transferencias a las provincias (las del Norte dependen de esos subsidios) y a las empresas públicas (Aerolíneas bajo la lupa).
Es casi seguro que Massa no cumplirá con esos deberes.
El economista Héctor Paglia advierte que uno de los compromisos clave es el de mantener el déficit primario en 1,9% del producto interno bruto (PIB), cuando se proyecta a entre 3%-3,2%.
Esa meta supone “un gran ajuste, que en tiempos electorales sólo se buscará por el lado de los ingresos (más presión impositiva) y no ajustando el gasto. ¡Un segundo semestre durísimo nos espera a los argentinos!”, concluye.
Massa sigue festejando, como si hubiera ganado.