Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Rosa Bertino. Los quioscos no paran de vender revistas; las radios están consagradas a la entronización de Guillermo de Orange (46); los portales de noticias crearon un sitio especial (la “Maximanía”), que supera con creces las visitas por la muerte de Chávez o los terroristas chechenos.
El propio Jorge Lanata, tan mimado por la prensa, quedó relegado por Máxima Zorreguieta(41), la argentina “que nos hace quedar bien frente al mundo”. El fervor es prácticamente mundial, muy parecido al que despierta Kate Middleton, la esposa del príncipe Williams de Inglaterra, y por encima de los sentimientos hacia Letizia Ortiz, otra plebeya esposa de Felipe de Borbón.
Otro detalle no es una coronación, ya que sólo los papas «coronaban» a los reyes, como representantes de la voluntad divina. Se trata de una entronización o asunción; además ésta es una monarquía constitucional, ya que juran respetar la Constitución holandesa, que es algo así como letra sagrada para un país anglicano, tema que es obviado por quienes critican la fastuosidad y banalidad de la ceremonia.
4 grandes momentos
1. Guillermo Alejandro se convierte en rey (abdicación de Beatriz; su madre)
2. Saludo de la familia real
3. Entronización de Guillermo y Máxima
4. Plaseo fluvial por el río Ijo y festejos
¿Qué nos pasa a los argentinos?
Uno lleva años en este oficio, y no deja de sorprenderse por la creciente afición por las monarquías europeas. Acaparan muchas más páginas y conversaciones que Shakira o Angelina Jolie. Probablemente se deba a que los aristócratas son “lo real”, y que alguien muy astuto detectó que era hora de incorporar plebeyos para renovar el interés. Ya no se casan entre ellos, sino con la chica o chico que conocieron y de la cual/del cual se enamoraron, lo cual reaviva el cuento de hadas.
El caso de Máxima Zorreguieta ilustra perfectamente al respecto. Es hermosa, sencilla y trabajaba en la banca de Nueva York cuando partió de vacaciones a España con una amiga. En Sevilla, 1999, fue a una fiesta y allí enamoró al heredero de los Países Bajos. Los testigos iniciales coinciden en que “el gordito” le había caído simpático, aunque “bailaba muy mal”. Se podría decir que lo conoció “por pura casualidad”.
Pero no es tan así.
■ Primero, Máxima concurrió a un colegio de élite de Buenos Aires (el Northlands), cuyas egresadas se destacan por los matrimonios y los puestos obtenidos.
■ Segundo, la condiscípula y amiga en cuestión, Cynthia Kaufmann, ya tenía trato con Guillermo Alejandro, quien por entonces también vivía en Nueva York.
■ Tercero, aquella fiesta sevillana era sumamente exclusiva. Hasta se dice que Máxima tuvo que apelar a todos sus encantos, para que el cancerbero las dejara entrar.
«Happy End»
Tras pasar el escrutinio de su futura suegra, la ahora ex reina Beatriz, nuestra Máxima fue aceptada por la casa de los Orange-Nassau. Se casaron en 2002, tienen tres preciosas hijas y el éxito de su matrimonio y de esta fabulosa historia es tan legítimo como su sonrisa. Así como las imágenes no logran convencer sobre el enlace de Alberto de Mónaco con la sudafricana Charlene, no hay plano o foto que no revele la auténtica felicidad de los reyes de Holanda.
En las redes sociales cunden los comentarios ligeramente cínicos o adversos, que hacen hincapié en que mucho «bla-bla», pero papá Jorge Zorreguieta y mamá María del Carmen Cerruti no han podido asistir a la asunción de su hija como reina consorte. A pesar del cariño que le tienen a Máxima, los holandeses no son gente que vaya a variar su política de castigo social a los represores. Ni ella pidió clemencia. Tampoco objetó que le impidan criar a sus hijas en la fe católica, o llevarlas de vez en cuando a misa, porque su marido y Holanda son protestantes.
Es una bella historia con final feliz y otro motivo de razonable orgullo nacional. ¿Quién tiene un Papa y una reina nacidos y criados en la Argentina?