Por Héctor Cometto. ❝Si dejo que Mayweather camine y piense estoy perdido❞ declaraba el Chino Maidana desde su habitación en el MGM de Las Vegas, a la que se llegaba franqueando los controles con una tarjeta especial, un guardia de seguridad y un ocupante de esa habitación. Esta vez lo acompañaban sus padres, su hijo ‘Yoyo’ y seis de sus ocho hermanos, para la gran revancha, su oportunidad de quedar en el ring de la memoria: ❝Pelear dos veces con él es importante, pero para entrar en la historia tengo que ganarle, y para ganarle tengo que noquearlo❞.
‘Money’ caminó y pensó, el de Margarita nunca pudo acorralarlo, y el resultado fue claro: el mejor Maidana fue el de la primera pelea, sin la sofisticación de un plan de combate antinatural y una delgadez exagerada que le quitó potencia. Mayweather tiró 326 golpes y pegó 166. Maidana 572 y solo acertó 128. Los números son claros: uno aseguró, el otro dudó, ambos lejos de la grandeza.
Estuvo lejos de entrar en el firmamento de Monzón y sólo lo avistó en el final del tercer round con una mano que le sacó un diente Mayweather, y el eco del crujimiento siguió en todo el cuarto round.
Tremenda derecha del Chino, diente menos para Mayweather https://t.co/VrNGL2JMLK vía @vineapp
— Ombli (@OmbliAguilar98) septiembre 15, 2014
Así como generó admiración ver a Floyd asumir la revancha y enfrentar un duro desafío, midiéndose a sí mismo pudiendo haber evitado un rival complejo; genera rechazo su resolución del pleito, sin trascender la mera eficacia, como un trámite rutinario ante la segura diferencia lograda: así como Maidana no entrará en la historia grande, esta pelea no será un capítulo memorable del último gran nombre del boxeo mundial.