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Por Rosa Bertino. Acá tenemos un problema, con el mes de diciembre. Se nos salta la térmica, perdemos la chaveta. Aun así, diciembre de 2013 ingresará en la historia de la miseria. A simple vista, nada justifica la ferocidad de los atropellos cometidos en el 30 aniversario de la democracia.
Sectores minoritarios (pero que bajan o suben línea), expresaron claramente por dónde se la pasan… a la democracia.
No nos estamos refiriendo a los marginales, convertidos en una marea espeluznante. Por empezar, el crecimiento de la marginalidad no tiene nada que ver con la pobreza, como se obstinan en aseverar sociólogos y economistas “bien pensantes”. En todo caso, no es un factor condicionante. La bronca de los excluidos se relaciona compleja, pero directamente, con la actitud de la dirigencia.
Nunca estuvo tan claro como ahora. Si en plena ola de saqueos y desmanes la Ppresidenta aparece festejando con Moria Casán y la hija de ésta en una punta, y Florencia de la V en la otra…
¿Qué mensaje recibe, la población? Más que cholulismo, fue un incendio político.
Lejos de ser gratificantes, los festejos por el 30 aniversario arrojaron un espectáculo pasible de ser pelado como una cebolla. Cada capa marca un error. El más evidente, haberle hecho caso a quien le propuso el nombre de una vedette en decadencia, que no es ejemplo de artista, madre o empresaria, y que apenas se salva como abuela. La elección de Flor de la V consagra la estupidez de creer que el matrimonio igualitario les deparó las simpatías, y el voto de la comunidad gay. Si hablaran con gente más representativa, tipo Osvaldo Bazán, Marcelo Polino o Antonio Gasalla, sabrían que la cosa no es así.
Pero sigamos pelando la cebolla. Varias plateas del Museo del Bicentenario estaban ocupadas por personajes como Horacio Verbitsky o Raúl Zaffaroni. Intelectuales de fuste que, sumados a los anónimos e innumerables sociólogos del Conicet y organismos públicos, son los que han provisto y proveen de argumentos al populismo berreta que hoy nos explota en las manos como una granada. Es muy fácil, ser populista. Les permite viajar a Nueva York o a Berlín sin haber pisado jamás una villa.
¿Quién pisa las villas? Los narcos, los explotados y la policía, entre otros sediciosos por naturaleza.
Ríos de tinta se han derramado en recordación de las tres décadas de vida institucional. El tenor de los ensayos, suscriptos por lustrosos nombres y apellidos, demostró que pocos se animan a desnudar nuestra fragilidad democrática. La celebración central marcó la propensión a la pachanga y al adormecimiento. Tendrían que haberla suspendido, y convocado a una jornada de reflexión.
Nos hemos convertido en un país bananero, donde cualquier cosa es motivo para escrachar, rajarse o festejar. Lo grave es que hasta la alegría viene resentida. Los festejos por el Día del Hincha de Boca (¡!), al pie del Obelisco, metían miedo y angustia.
Pobre democracia.■