Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. La política baila una peligrosa danza de mensajes cruzados, reuniones secretas y gestos impopulares, que está muy lejos de las preocupaciones de ciudadanos y consumidores, angustiados por los duros números de la economía. La inflación de junio rondó el 5,5% pero los precios se dispararon en julio desde la intempestiva renuncia de Martín Guzmán. Las listas de precios que reciben almaceneros y supermercadistas incluyen aumentos semanales de entre 5% y 15%. “Algunos proveedores no nos entregan mercadería”, se quejan los comerciantes, revela mi nota en La Voz.
Diego Dequino, extitular del Instituto de Economía de la Bolsa de Comercio de Córdoba, advierte que si este mes el alza de precios ronda entre el 8% y 10% la inflación podría dispararse y llegar este año a los tres dígitos (100%). Por ahora, calcula entre 75% y 80%.
Los consumidores sufren el faltante en las góndolas de aceites y productos de tocador, y compran con desesperación café, alimentos para mascotas o lo que les permitan sus ingresos ante el temor de un desabastecimiento o precios impagables en los próximos días.
En la industria, hay alerta por faltantes de insumos, mientras que en las actividades médicas y oftalmológicas hay inquietud por productos esenciales. Sus valores puede dispararse con un dólar cerca de los $300.
Los ahorristas y grandes inversores ya optaron por dolarizar sus ahorros.
La crisis golpea en las góndolas y provoca una paralización de la producción, pero la etapa siguiente será el impacto en el empleo.
De los 600 mil puestos que se habían generado en el primer trimestre de 2022, unos 500 mil corresponden al sector informal, según reveló la Encuesta Permanente de Hogares del Indec.
Es probable que el estancamiento de los últimos meses y la actual crisis peguen más fuerte en ese aglomerado, que carece de estabilidad y de aportes para la salud. De allí la sobrecarga en hospitales públicos.
Silvina Batakis intenta dar señales de tranquilidad, aunque sus preferencias en el pasado por el control de los mercados por el Estado y la confesa admiración por José Ber Gelbard y por Fidel Castro, generan dudas.
Batakis dijo que es partidaria del equilibrio fiscal, de respetar el acuerdo con el FMI y de la segmentación de tarifas, objetivos que Martín Guzmán no pudo aplicar. Por ese fracaso, renunció.
¿Podrá la ministra llevar a la práctica el equilibrio fiscal, el acuerdo con el FMI y segmentar tarifas, que suponen un mínimo orden macroeconómico? Los K rechazan esos objetivos.
La titular del Fondo, Kristalina Georgieva, advirtió que son necesarias “medidas dolorosas” para estabilizar la economía; evitar la hiperinflación y una crisis más grave.
Hay varios botones de muestra que el festival del gasto público sigue pese a la crisis. Anunciaron un fenomenal plan de obras públicas sin precisar cuáles son las fuentes de financiamiento; Alberto Fernández planea comprar un avión presidencial por 22 millones de dólares y la televisión pública enviará más de 50 acreditados al Mundial de Qatar.
Cada repartición oficial tiene su propia agenda para el festival del gasto, que genera los malos números del déficit fiscal, de la emisión y devaluación del peso.
Los mercados financieros con sede en Nueva York (fue tendencia en Twitter) y los círculos políticos aludieron hace pocas horas a una posible renuncia de Alberto Fernández.
El consultor Gustavo Córdoba atribuye esos rumores a “la guerra especulativa por el poder y el dinero” que se observa en el Gobierno, en la oposición y en el empresariado. “Es inconducente”, afirma.
La política de comunicación del Gobierno no es clara ni contundente sobre un elemento que debería ser ordenador de las decisiones y de los números de la economía.
No hay ningún plan económico viable si no tiene el consenso y el suficiente respaldo político de la alianza gobernante.
Los profundos desacuerdos sobre el rumbo económico quedaron explícitos en las últimas apariciones de la vicepresidenta. Máximo Kirchner insistió el jueves en no cumplir con el FMI.
No hay ningún plan económico viable si no tiene el consenso y el suficiente respaldo político de la alianza gobernante.
Hace 33 años, la Argentina vivía la misma zozobra. La dirigencia vuelve a chocar con la misma piedra.