Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. El presidente uruguayo, José «Pepe» Mujica, no asistió a la asunción de Jorge Bergoglio como el papa Francisco. Sin embargo, poco después le solicitó una audiencia que se concretó el pasado sábado 1° de junio.
Al justificar su inasistencia a la asunción, Mujica dijo que era agnóstico y presidía un Estado fuertemente secular. Las dos cosas son ciertas, pero ¿qué cambió en tan pocos días para que ahora pida una audiencia con el argumento de que buscará acuerdos con la Iglesia?
Posiblemente, el presidente uruguayo tiene una razón oculta: pedirle al Papa argentino que sea intermediario en la difícil relación con el gobierno kirchnerista.
Sucede que, desde la crisis por la papelera Botnia, la relación bilateral fue muy difícil y no mejoró con los sucesores de Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez. Por eso, el gobierno frenteamplista recurría a Brasil como intermediario; para lograr que Cristina atienda algún reclamo o facilite alguna gestión que necesita Uruguay.
Eso mismo explicaba Mujica en la frase del remate que tapó todo lo demás: “Esta vieja es peor que el tuerto”.
Estaba diciendo que, para que el Gobierno argentino lo escuchara, Uruguay tenía que pedirle a la presidenta brasileña que intercediera. Y al parecer, esa vía también se cortó.
Que Mujica esté buscando en el Papa argentino la intermediación que antes hacía el gobierno brasileño, confirma que existe un distanciamiento entre Cristina Kirchner y Dilma Rousseff.
La primera señal se dio en la última visita de la mandataria brasileña, porque lo que era un viaje oficial,terminó siendo una visita furtiva.
Prácticamente no se informó nada de lo que hablaron. Tampoco pudieron anunciar ningún acuerdo, ni siquiera esos protocolos formales que siempre preparan las diplomacias para que las cumbres no dejen gusto a nada o para que no queden a la vista los desacuerdos.
A juzgar por la prensa del Brasil, aquella reunión fue tensa y concluyó mal, porque Dilma Rousseff planteó críticas que Cristina rechazó. Concretamente, la sucesora de Lula habría planteado las quejas de los empresarios brasileños que invirtieron en la Argentina. Cuestionan la ausencia de una política económica clara, que les permita planificar.
Brasil no percibe un rumbo en la relación con la Argentina, sino medidas sueltas adoptadas por algunos funcionarios.
Que Guillermo Moreno afloje el torniquete a la importación de productos brasileños, como hizo hace poco ante quejas del Planalto, ya no conforma a la potencia sudamericana. Dilma reclama un acuerdo global, que implique previsibilidades que hoy la economía nacional no da.
El fracaso de la negociación de Cristóbal López con Petrobras es otra señal de tensión y distanciamiento.
Por eso Mujica, aunque no lo diga públicamente, tuvo que ir a pedirle al papa Francisco la intermediación que necesita con Argentina, y Dilma ya no puede darle.