Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
La empresa Aguas Cordobesas celebró el cierre del programa “Construyendo Futuro 2024", con la...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Eugenio Gimeno Balaguer. Una aceptable calidad de vida supone la realización de valores fundamentales. El desafío: ¿cómo dar mayor valor a nuestra calidad de vida? Cuando decidimos preferimos un valor a otro. En la simple compra de un bien traducimos mentalmente el valor en dinero al valor de beneficio que esa osa puede aportarme.
La función valorativa es primaria, original y fundamental en el ser humano. Desde niño, captamos las polaridades bueno-malo; lindo-feo, verdadero-falso.
Todos los días nos hallamos en situaciones que implican el manejo de valores y antivalores, palabras de uso cotidiano: vale, evaluar, devaluado, revaluar, revalidar, válido, valioso, valiente, inválido, plusvalía, bolsa de valores, me vale, no me vale, etcétera. A las cosas que son valiosas las llamamos «bienes» y a las metas valiosas, que valen la pena.
Las actividades humanas de mayor envergadura giran en torno a los grandes valores: verdad, honestidad, belleza, bondad, que, a su vez, son indicadores de la calidad social de una comunidad.
Estamos en pleno proceso electoral y la palabra más mencionada es cambio. Cuando se pide una explicación a esto, las respuestas son confusas. Cambio implica creación, es decir creatividad, que es la producción de algo nuevo y valioso como resultado de mi acción.
El estudio psicológico de los valores nos ubica en el terreno vivencial. Pasamos de las teorías a los hechos, de lo especulativo a lo positivo, de lo abstracto a lo concreto, de lo confuso a lo inmediato vivo y candente.
La mejora en la calidad de vida exige saber si la estamos llenando con valores (cosas positivas) y con satisfacciones genuinas y legítimas.
¿De dónde sacamos los valores? Hay dos fuentes principales: la primera, las figuras parentales erigidas en autoridades morales y dogmáticas, a veces por acción, otras por omisión. Y la segunda, de los modelos sociales que fabrican “héroes” que luego funcionan como modelos de identificación. Vaya si tendríamos que hablar sobre esto.
En conclusión, una persona, una empresa y una sociedad valen lo que sus valores. El cultivo de los valores humanos significará la primera defensa de la persona ante el dominio de la tecnificación y contra la masificación.