Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Una aceptable calidad de vida supone la realización de valores fundamentales. El desafío: ¿cómo dar mayor valor a nuestra calidad de vida? Cuando decidimos preferimos un valor a otro. En la simple compra de un bien traducimos mentalmente el valor en dinero al valor de beneficio que esa osa puede aportarme.
La función valorativa es primaria, original y fundamental en el ser humano. Desde niño, captamos las polaridades bueno-malo; lindo-feo, verdadero-falso.
Todos los días nos hallamos en situaciones que implican el manejo de valores y antivalores, palabras de uso cotidiano: vale, evaluar, devaluado, revaluar, revalidar, válido, valioso, valiente, inválido, plusvalía, bolsa de valores, me vale, no me vale, etcétera. A las cosas que son valiosas las llamamos «bienes» y a las metas valiosas, que valen la pena.
Las actividades humanas de mayor envergadura giran en torno a los grandes valores: verdad, honestidad, belleza, bondad, que, a su vez, son indicadores de la calidad social de una comunidad.
Estamos en pleno proceso electoral y la palabra más mencionada es cambio. Cuando se pide una explicación a esto, las respuestas son confusas. Cambio implica creación, es decir creatividad, que es la producción de algo nuevo y valioso como resultado de mi acción.
El estudio psicológico de los valores nos ubica en el terreno vivencial. Pasamos de las teorías a los hechos, de lo especulativo a lo positivo, de lo abstracto a lo concreto, de lo confuso a lo inmediato vivo y candente.
La mejora en la calidad de vida exige saber si la estamos llenando con valores (cosas positivas) y con satisfacciones genuinas y legítimas.
¿De dónde sacamos los valores? Hay dos fuentes principales: la primera, las figuras parentales erigidas en autoridades morales y dogmáticas, a veces por acción, otras por omisión. Y la segunda, de los modelos sociales que fabrican “héroes” que luego funcionan como modelos de identificación. Vaya si tendríamos que hablar sobre esto.
En conclusión, una persona, una empresa y una sociedad valen lo que sus valores. El cultivo de los valores humanos significará la primera defensa de la persona ante el dominio de la tecnificación y contra la masificación.