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Por Claudio Fantini. Brasil es un punto clave en el mapa de la Iglesia Católica. Por eso, Juan Pablo II lo visitó cuatro veces y Benedicto XVI lo eligió para su primer viaje extra-europeo. Fue también Joseph Ratzinger quien planificó el viaje que transita Papa Francisco.
La importancia de Brasil en las prioridades estratégicas de la Iglesia tiene una razón evidente y otra constatable.
Se trata del país católico más populoso del mundo. Hay países cristianos con más población que Brasil: Rusia y los Estados Unidos, pero la iglesia mayoritaria en Rusia es la cristiana ortodoxa, mientras que la mayoría de los norteamericanos profesa el protestantismo.
Tanto en Brasil como en América Central, las estadísticas llevan décadas señalando la emigración constante desde el catolicismo hacia las iglesias evangélicas. Universidades centroamericanas verificaron el proceso en comunidades indígenas y campesinas, donde arriban y se instalan pastores protestantes.
Lo mismo ocurre en Brasil, donde la emigración religiosa es fuerte también en las ciudades. Lo verifica el crecimiento sostenido que ha tenido, por caso, la Iglesia Universal desde su creación en 1977. Una comunidad evangélica que llegó a tener gran influencia en el Partido Liberal de Brasil, cuyo líder, José Alencar, fue vicepresidente de Lula. Ese importante empresario se sumó luego al Partido Municipal Renovador, impulsado por la Iglesia Universal tras los escándalos de corrupción que debilitaron al PL.
¿Qué busca Francisco en Brasil?
Busca lo que buscaron sus dos antecesores: lograr un punto de inflexión en el lento pero constante proceso de pérdida de fieles que aflige al catolicismo desde hace décadas.
Lo que no está claro es si ese proceso se revierte a fuerza de voluntad, esfuerzo, carisma y humildad. Pensar así implica afirmar que la timidez y el ensimismamiento del Papa intelectual que fue Joseph Ratzinger le hicieron un enorme mal a la Iglesia, lo cual es improbable.
Benedicto XVI fue menos carismático que Juan Pablo II, pero lo constatable es que el carisma y las inmensas dotes de comunicador que caracterizaron a Karol Wojtila, no revirtieron el proceso de achicamiento global que se da en la feligresía católica.
Quizás las causas de la pérdida de fieles que sufre la Iglesia Católica no radiquen en la personalidad de los pontífices, sino en cuestiones de doctrina en temas de sexualidad y planificación familiar.
Si algunas posiciones doctrinarias están alejando los fieles de la Iglesia Católica, los grandes esfuerzos que está dispuesto a hacer este Papa y su voluntad de edificar una Iglesia pobre y al servicio de los pobres, quizá no alcancen para detener ese proceso que lleva largas décadas.
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