Por José Luis Arnoletto. Qué difícil nos resulta como país encontrar y sostener un rumbo. En la náutica, cada vez que el timón se mueve hacia uno u otro lado y no se mantiene firme el rumbo, la nave pierde viento y, por supuesto, velocidad.

La habilidad del timonel es encontrar el rumbo adecuado en función de los vientos y al destino al que se quiera arribar, y sostenerlo para llegar más rápido.

La suba generalizada de precios es inflación, no corrimiento ni deslizamiento | Crédito: Turello.com.ar

¿Qué tiene esto que ver con la economía y la sociedad? Todo. Somos el país del eterno empezar, probar, errar y recomenzar. Nuestra palabra de cabecera la oímos en el GPS, que con su hispánico acento nos dice ❝recalculando…❞ cada vez que nos desviamos del rumbo.

Nuestra economía alterna épocas de estatismo absoluto con otras de un Estado retirado de toda injerencia en los mercados. Y a la larga, como ambos extremos son nocivos, recomenzamos en el otro extremo del péndulo. Nos pasa en la educación, en la Justicia, la salud, la Policía, los organismos de contralor y demás. Siempre en los extremos, nunca en el equilibrio.

Decisiones económicas explosivas

En la última década se tomaron algunas decisiones económicas que aisladas pueden considerarse positivas, pero todas juntas demuestran ser explosivas.

Sólo para citar algún ejemplo, es muy loable otorgar jubilaciones a personas que por trabajar informalmente no pudieron aportar; pero es malo hacerlo con el dinero de los que aportaron porque se debilita el fondo de sustentabilidad de su propio haber jubilatorio, y se vulneran los derechos adquiridos aún en juicios con sentencia firme que el Estado incumple en pagar.

❝Somos el país del eterno empezar, probar, errar y recomenzar. Nuestra economía alterna épocas de estatismo absoluto con otras de un Estado retirado de toda injerencia en los mercados❞.

Fue útil a comienzos de la década pasada los subsidios parciales a ciertos servicios públicos, pero éstos deberían haberse desactivado gradualmente desde 2005-2006, cuando la actividad económica estaba en franca recuperación. Esa decisión hubiese posibilitado recomponer tarifas para reinvertir y disuadir de consumos excesivos, ya que todo precio considerado barato tiende a un consumo mayor cualquiera sea el bien o servicio del que se trate. Y los excesos de consumo, que no se compensan con mayor oferta de bienes y servicios se trasladan a precios, y esto se llama inflación. Ni corrimiento, ni deslizamiento, ni ningún eufemismo; inflación.

Y en esta carrera precios/ingresos habitualmente gana el Estado y pierde el trabajador, tanto autónomo como el asalariado. Pero a la larga el propio Estado, que originó el problema por inundar de pesos un mercado, termina perdiendo por caída de nivel de actividad y pérdida de competitividad y empleo.

Tomar deuda no es esencialmente malo, tiene que ver con el destino que se le dé a los fondos obtenidos. Si es para inversión, se recupera; si es para gasto corriente, no.

Así nos encontramos con una fiesta de consumo, disfrutada como toda fiesta, pero cuando termina, en el momento de limpiar y ordenar la casa, los humores no son los mejores.

¿Hay luz al final del túnel?

Sin dudas. Nuestra economía demostró una enorme capacidad de resiliencia. Buenas cosechas, buenas expectativas de entorno mundial, credibilidad en el rumbo que lleve el timonel son la columna vertebral de esa recuperación.

Esperemos que la política genere el entorno necesario para asumir la factura de la fiesta, planificar cómo pagarla, y retomar viento.

José Luis Arnoletto

Contador Público. Coautor de diversos libros y artículos de Contabilidad, Auditoría, Costos y Finanzas. Profesor, consultor y auditor internacional. Ex presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Córdoba. Músico, basquetbolista y windsurfer aficionado.