Por Eugenio Gimeno Balaguer. El capitán Joseph Charles Plumb fue un piloto de la Marina de Estados Unidos en la guerra Vietnam. Después de 75 misiones de combate su avión fue derribado. Afortunadamente Plumb logró eyectarse del avión. Su paracaídas se abrió correctamente pero cayó en campo enemigo, donde estuvo prisionero durante 6 años. Plumb logró sobrevivir y retornar a su país.
Un día el retirado militar y su esposa estaban en un restaurante, cuando de repente un hombre que estaba sentado en otra mesa se le acercó y le dijo: “Tú eres Plumb. Tú piloteabas aviones caza en Vietnam (…) y fuiste derribado, pero después de estar prisionero varios años sobreviviste”.
«¿Y cómo lo sabes?» preguntó Plumb. “Llegaron a mis oídos las charlas que brindas sobre tu experiencia (…) Yo era el encargado de preparar y revisar el funcionamiento de los paracaídas y ese día que tu avión fue destruido yo estaba a la espera de tu regreso” respondió el hombre. Luego, extendió su mano y dijo: “imagino que funcionó”. Plumb, sorprendido y agradecido, respondió: “seguro. Si tu paracaídas no hubiera funcionado, no estaría aquí hoy”.
Esa noche, Plumb no durmió. Intentó recordar a ese hombre en sus múltiples misiones y se angustió de las veces que podría haberle agradecido por su labor silenciosa. Pensó que en sus manos estuvo el destino de muchas personas que ni siquiera lo conocían.
A partir de ese día, Plumb comenzó sus charlas preguntando a la audiencia: «¿Sabes quién empaca tu paracaídas?«.
Cada uno de nosotros tiene a alguien que le provee de lo que necesita. En estos tiempos que corren hay muchos tipos de paracaídas que necesitamos. No sólo el físico, también el emocional, el espiritual, el de la confianza y el de la esperanza. Esto nos lleva a pensar que a veces descuidamos lo importante como decir: «hola», «por favor», «gracias». O bien, dar un cumplido o ser amable.
Reconocer en vida el trabajo de aquellos que “empacan nuestro paracaídas” es una forma de rememorar que han pensado en uno y que también uno ha pensado en ellos. Es una forma de admitir que la interacción y la interdependencia es la característica de quienes pretendemos trabajar en equipo; a veces en roles silenciosos y desapercibidos.