Por Héctor Cometto. Murió Julio Grondona, el político más hábil de los últimos tiempos en la Argentina, sólo comparable a los máximos poderosos, desde Néstor Kirchner a Marcelo Tinelli, pasando por Hugo Moyano y Diego Maradona. Era el poder “a la Argentina”.
Y se fue sin dejar un legado, una estructura, una administración organizada que lo trascienda, ni siquiera un sucesor. Se fue Grondona y no queda nadie. Así es el poder “a la Argentina”.
Don Julio fue el que más lo mantuvo; el que mejor y más convenientemente se ubicó; el que generó temor y admiración a sus dependientes (casi todos); el que se replegó enfundando el orgullo para atacar en el momento más indicado y con ello ampliar ese orgullo, que tan bien disimuló en su camuflaje de humilde ferretero de Sarandí; en “no saber inglés” y en ser el dirigente más importante de FIFA, en escuchar a su familia más que a los asesores profesionales.
❝¿Qué vende en la ferretería:¿diamantes?❞, dijo Diego Maradona, por su gran patrimonio. Estaban enfrentados.
Las mejores definiciones están en los títulos: ❝¿Qué vende en la ferretería:¿diamantes?❞ (Maradona), por su gran patrimonio; ❝Me voy a reunir con Gaby, Fofó y Grondona❞ (Menotti), en alusión a su poder; ❝¿Mi papá mano derecha de Blatter? Blatter es mano derecha de mi papá❞ (Humberto Grondona), por su influencia en el máximo nivel del fútbol mundial.
Se fue enfrentado con Maradona, el mayor responsable de su poderío político y sin que el DT sugerido por su esposa Nélida, Alejandro Sabella, le diera un título póstumo y el sí para su continuidad.
Y se fue sin dejar un legado, una estructura, una administración organizada que lo trascienda, ni siquiera un sucesor. Se fue Grondona y no queda nadie. Así es el poder “a la Argentina”.