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Por Juan Turello. El salario perdió frente a la inflación real en 2014. Los sueldos “ganaron” sólo contra los “precios cuidados”, que recién desde este mes suman 476 artículos. No alcanzan para todas las necesidades, señala mi nota dominical en La Voz del Interior.
Como muestra, tres botones: el consumo privado cayó 2,2% según la consultora Kantar Worldpanel; la compra de alimentos, bebidas y de otros artículos retrocedió 2,4% en supermercados y autoservicios, según CCR; la empresa Molinos Río de la Plata –la número uno en alimentos en el país- admite que las ventas cayeron en los últimos 12 meses. Sólo se salvan fideos y arroz (para llenar “la panza”).
Los sindicatos quieren recuperar poder de compra frente a una inflación proyectada del 25%. Estatales y docentes cordobeses aceptaron 31,6%.
Pero los metalúrgicos, los de la alimentación, transporte y petroleros, con mayor número de afiliados y capacidad de protesta, pretenden mejoras que estén por encima del 42%. En ese cálculo incluyan una suba salarial de entre 30 y 32%; el resto será para absorber el Impuesto a las Ganancias.
Algo así como “privatizar Ganancias”. La parte del excesivo impuesto que deben pagar los trabajadores –por la negativa del Gobierno en reconocer la inflación en el mínimo no imponible y en las deducciones- será afrontado por las empresas.
42% es el piso del pedido de los sindicatos que suman ajuste salarial (30-32%) y el pago de Ganancias. Las industrias lo cargarán en sus costos. La pobreza ya afecta al 27% de la población.
Las compañías no aceptarán ese pedido. El titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, amenazó con correrlos con “un patadón” a los que demanden un aumento superior al 40%. Sugirió que su sector, que hace 15 meses tiene números en rojo (según datos del Indec, las consultora s privadas calculan 19 meses), sólo podrá pagar algo más del 20%.
No hace falta ser un doctor en Economía para imaginar que el mayor costo de la mano de obra formará parte del precio de cualquier producto o servicio. Una inflación más alta termina encareciendo los productos de la canasta básica de alimentos –que mide la línea de indigencia (miseria)- y los de la canasta básica total (incluye alimentos y servicios), que fija la línea de la pobreza.
El ministro Axel Kicillof, y el titular del Indec, Norberto Itzcovich, enarbolaron ahora la teoría de que “es muy difícil medir la pobreza”. Y no lo hacen desde el segundo semestre de 2013, cuando comenzó a incrementarse el número de pobres. Antes, sí la medían y aludían a la notable reducción de pobres que había logrado el modelo nacional y popular. Por supuesto, siempre en comparación con los datos cuando el país tocó fondo (2001 y 2002).
Ecolatina (Marco Lavagna) y los técnicos de la CGT de Moyano sí la midieron: 27% (10,8 millones de argentinos están en la pobreza) y 29% (11,6 millones), respectivamente.
Junto a esas cifras, otro dato preocupante. Aunque el tema está alejado de los indicadores económicos, entre los candidatos para las próximas elecciones hay mucha preocupación por el avance del narcotráfico. Éste, a través de sus punteros, avanza en el control de los centros de atención social (dispensarios, cooperativas, centros comunitarios) de los sectores más humildes. Que están sumergidos en la pobreza.