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Por Héctor Cometto. El padre Muratore no sorprendió a sus feligreses cuando embanderó de verde la capilla de Cristo Rey y pidió un ruego por el logro del ascenso en la mañana del domingo del club Sportivo Belgrano, nacido a pocos metros de allí.
La ciudad de San Francisco y la región están conmocionadas por el suceso único, como sólo se conmociona el interior del interior: con la enorme fuerza virginal de quien se asoma por primera vez , con las cámaras del fútbol argentino enfocando hacia el pago. Y esas cámaras agigantan repercusiones, sólo comparables a los casos policiales o criminales.
Y un posible triunfo representa ese tesón originario, esa fuerza «gringa» de la siembra a la cosecha prevista, presupuestada y controlada, con los espíritus piamonteses que intentan contener el desborde de las mieles (o sojas) del éxito.
Todo está previsto para el logro, pero el fútbol no permite distraerse en festejos previos ni durante. La verdad abarcó 90 minutos y más, y parecía desconocer esfuerzos, merecimientos, justicias y trayectorias.
■ Y sucedió lo peor: cuando faltan 7 minutos gol de Santamarina. Silencio que truena, dolor que desgarra, tristeza que atormenta.
■ Y sucede lo mejor: en el descuento, penal y gol de Juan Aróstegui, producto representativo máximo de este fútbol, goleador de mundo grande que eligió su mundo chico. Ovación que apasiona, alegría que desborda , felicidad que eterniza.
Viene Independiente, y los clásicos con Talleres, Instituto y Unión, y otro dinero, y Olé y TyC Sport
¡Sportivo ya es de la B!