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Por Claudio Fantini. La renuncia del gobierno griego tiene más lógica que todo lo ocurrido en los últimos meses. El primer ministro Alexis Tsipras había dado un giro copernicano de la manera más abrupta y menos explicada. Ninguna embarcación puede dar semejante giro sin que cruja su estructura y sin que el grueso de su tripulación salga arrojada de la nave por la inercia del movimiento.
Por Claudio Fantini. Grecia lleva tiempo perdida en un laberinto que se parece al del minotauro. En ese deambular, los protagonistas suelen cambiar de dirección con giros copernicanos. Un giro de ese tipo obliga a una segunda lectura del referéndum en el que se impuso abrumadoramente «Oxi» («No»). Veamos.
Desde hoy, y quizás por toda la semana, los bancos griegos permanecerán cerrados. Tampoco operará la bolsa de valores. Ante el corralito, los ciudadanos de Grecia realizaban anoche largas colas para poder retirar al menos 60 euros de los cajeros automáticos (algo más de 600 pesos argentinos). El corralito se sucede al fracasar las negociaciones por el pago de la deuda griega, que debe cancelar este lunes una obligación superior a los 1.500 millones de euros.
El FMI, el Banco Europeo y la Unión Europea ofrecían prorrogar el pago si el gobierno del primer ministro Alexis Tsipras recortaba las jubilaciones y aumentaba el IVA, pero las negociaciones fracasaron. La mayoría de los análisis señalaba anoche que se desataba así una nueva crisis del euro, la moneda unificada de 17 países del Viejo Continente.
«Si Grecia entra en default, imagen Argentina, pero mucho peor», fue el título de un comentario del New York Times, que ilustró la nota con los graves enfrentamientos de diciembre de 2001, que provocaron la sucesión de cinco presidentes y la salida de la convertibilidad en nuestro país. Leer +