Por Héctor Cometto. Dentro y fuera de la cancha Talleres tiene que asumir la realidad, privilegiando los hechos antes que las palabras. Por caso: ❝Este equipo va a hacer historia❞, por Mario Ballarino; o ❝Seremos la envidia de Boca y River❞, de Andrés Fassi.
Talleres es grandilocuente. Porque es grande y porque es demasiado elocuente. ¿Cómo se puede creer que generará envidia en los dos clubes más grandes del fútbol argentino?
Fassi ganó las elecciones, pero se viene un nuevo ciclo en el que el gran desafío será demostrar integridad, trabajo, dedicación y coherencia, venciendo los prejuicios que genera su imagen marketinera . ¿Si un día Pachuca juega la final en México y Talleres en Argentina, en qué palco estará?
Le vendrá muy bien su vice, Rodrigo Escribano, que tendrá que cubrirle las espaldas. Un buen tipo sin apetencias desmedidas por el poder (¿virtud o defecto?). Tímido y ubicado. Se jugó por el poder de inversión de Fassi arriesgando mucho, hasta su gratitud eterna por sus ahora ex socios Salum, Bertinetti, Escalante, Maslub.
Esa altisonancia enquistada en el club lo lleva a planteos descompensadamente ofensivos en partidos y, sobre todo en las finales, como la disputada con Unión en Junín, equipo que lo había goleado dos veces aprovechando ese planteo táctico. Hoy, a las 21.30, Talleres juega la primera de dos semifinales con Mitre de Santiago del Estero.
Dentro y fuera de la cancha Talleres tiene que hablar menos y hacer más para crecer de nuevo, encantando a su gente (que es el verdadero sostén) con conquistas y logros; no con eslóganes y promesas vanas.