Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Donald Trump levantó el teléfono y llamó a Mauricio Macri. ¿Por qué el hombre que desde la campaña electoral ha mostrado un olímpico desprecio hacia América Latina tuvo, de repente, la iniciativa de llamar a un presidente sudamericano? ¿Cuál puede ser la razón que hay detrás de ese llamado?
En forma oficial, se dijo que el jefe de la Casa Blanca quería conversar con Macri sobre la situación de Venezuela y también invitarlo a que visite Washington. Es posible, pero también es posible que Trump le haya querido decir algo más, que constituyera precisamente la razón principal de la llamada.
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Para responder esta inquietud es importante tener en cuenta el momento. Y en ese momento, México acababa de anunciar que planea responder a las agresiones políticas y económicas de Trump, con medidas como, por ejemplo, empezar a comprar en Sudamérica productos que hasta ahora importaba de Estados Unidos.
Entre esos productos están los cereales y los vinos. Pues bien, la Argentina es un gran productor agrícola y en Mendoza, se producen vinos iguales o aún mejores que los que México le compra a California.
Dado que Macri fue uno de los primeros en la región que llamó a Enrique Peña Nieto para solidarse por el linchamiento político y económico que le está propinando Trump, y dadas las condiciones argentinas de suplir muchas de las importaciones que México hace desde Estados Unidos, tiene sentido sospechar que el controvertido mandatario estadounidense llamó con la pretensión de neutralizar a la Argentina en su enfrentamiento con México.
Trump habría llamado a Macri para negociar con él que no le venda a México lo que los mejicanos dejen de comprarle a los Estados Unidos.
Si así fue, la pregunta es qué hará el presidente argentino. Su decisión debería tener en cuenta dos cosas: por un lado, razones éticas y también estratégicas imponen no traicionar a una potencia latinoamericana que, en su enfrentamiento con Trump, es fundamentalmente víctima y no causante.
Por otro lado, la demagogia, el aventurerismo, el extremismo y la sombra de un escándalo como el Watergate, pero con injerencia de Rusia, plantean dudas sobre la suerte de la presidencia Trump. Quizá sería más acertado apostar a una buena relación con Mike Pence.
Es seguro que el vicepresidente concluirá su mandato y es posible que, como Gerald Ford, tras la caída de Nixon, lo concluya sentado en el Despacho Oval.