Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Siete meses después de la asunción de Alberto Fernández, la división entre los argentinos se profundizó, más allá de la intención de sectores políticos y empresarios de cerrar la grieta, señala mi nota en La Voz.
Esta nueva división torna más difícil la búsqueda de soluciones a la grave crisis que enfrenta la economía. Ante cada problema o propuesta surge la grieta política. Sin consenso ni credibilidad es muy difícil que cualquier plan económico -se llame pomposamente “Marshall criollo” o “New Deal”- tenga éxito. Los gestos importan más que las palabras.
Al celebrar el Día de la Independencia y rodeado por los gobernadores y los representantes de la producción, Alberto Fernández dijo que venía a terminar con los “odiadores seriales”.
Es el mismo presidente que al comienzo de la cuarentena calificó de “miserable” la actitud de líderes de negocios frente a la crisis; es el mismo presidente que horas antes del acto había calificado como “actitud canallesca y miserable” la difusión de un documento opositor sobre la muerte de un exsecretario privado de Cristina Kirchner; es el mismo presidente que poco antes había reproducido un meme violento contra un periodista que debatió con Santiago Cafiero. Pocas horas después, el vocero presidencial destrató a Mauricio Macri.
Es difícil con esas palabras cerrar la grieta. En la Argentina, los gestos importan más que las palabras.
¿Todos los gobernadores comparten el ideario de Alberto Fernández? No, pero era un día especial para mostrarse juntos, más allá de que en algunos casos esa “unidad” está cimentada en los fondos que necesita el interior para evitar una quiebra.
¿Todos los empresarios ubicados entorno del presidente comparten la política económica? Seguro que no, pero era necesario ese gesto ante el motivo y la figura del convocante.
“No nos sirve estar en la vereda de enfrente; la discusión hay que darla desde adentro para cambiar lo que consideramos que está equivocado”, justificó un encumbrado dirigente que integra la Unión Industrial Argentina (UIA).
Los que intentan leer los lineamientos económicos sostienen que el Gobierno va a dejar caer o irse del país a empresas integradas con capitales multinacionales -Vicentin, Latam, tres autopartistas con sede en Buenos Aires (se fueron a Brasil)-, con el objetivo de recrear una nueva burguesía, a partir de socios locales.
Habrá, además, una alianza estratégica con China, que será más visible y más fuerte una vez que la Argentina cierre el acuerdo por la deuda. Estados Unidos intenta disminuir la influencia del gigante asiático y de Rusia en Latinoamérica, que crece con base en la ayuda económica y tecnológica.
Sectores del comercio, los servicios y de las pymes afirman que han sido olvidados de las políticas presidenciales.
Siete meses después de haber asumido Alberto Fernández, la clase media protagonizó un banderazo de fuerte impacto, en particular en la Capital Federal. Este núcleo -vinculado con el comercio, los servicios y la pequeña y mediana empresa- siente que ha sido olvidado en los planes presidenciales; cuestiona la cuarentena más larga del mundo y los últimos fallos que dejaron en libertad a los personajes más corruptos.
Mientras, pinturas de la crisis: creció 40% en junio respecto de mayo la vacancia de locales en el área central de la ciudad de Córdoba; el Centro de Almaceneros y Autoservicios registró 400 cierres; en abril se perdieron 12.600 empleos privados en la provincia; el sector turístico suma a sus pérdidas las vacaciones de invierno y miles de pymes de servicios están a punto de desaparecer.
El balance 2019 de la Bolsa de Comercio de Córdoba -“Habla el interior”- hizo hincapié en la necesidad de combatir la inflación, que dará estabilidad y permitirá retomar el crecimiento. Para ello, las claves son la baja del gasto público y la reducción de impuestos para mejorar la competitividad de la producción.
El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, parece haberle contestado: pasó a planta permanente a 15 mil contratados, pese a los problemas fiscales de esa megaestructura.
En la Argentina, los gestos son más importantes que las palabras.