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Por Juan Turello. La desesperación de Alberto Fernández de contar con las dosis necesarias de la vacuna contra el coronavirus -sean éstas las Sputnik V, la china de Sinopharm o la de Pfizar- y avanzar rápidamente con la vacunación, está vinculada con la necesaria recuperación económica, señala mi nota en La Voz. Los detalles sobre por qué ambos fenómenos se relacionan y el impacto en el dólar.
El Gobierno colocó en lo más alto de sus deseos navideños la puesta en marcha de un plan y la obtención de las dosis necesarias para inocular con cualquier vacuna a 10 millones de personas en el menor tiempo posible.
Creyentes o no en la fe oficial, los argentinos también desearon ¡salud!, como el bien más preciado para los tiempos actuales.
Una vacunación masiva y el control de la pandemia dentro de límites tolerables evitarían que la Argentina deba volver a mayores restricciones y profundice la caída de la economía. Sería una catástrofe social.
De allí, la desesperación de Alberto Fernández y de su cuestionado gabinete de contar con las dosis necesarias y avanzar rápidamente con la vacunación.
El país tendrá este año uno de los peores retrocesos de su historia: el desempleo aumentó; hay casi 20 millones de pobres; la mitad de las familias tenía ingresos menores a 25 mil pesos en el tercer trimestre, además del cierre de miles de empresas, que genera, de por sí, un escenario angustiante.
El dólar, el termómetro de los argentinos sobre la confianza en el Gobierno y la marcha de los negocios, volvió a moverse en los días previos a la Navidad.
Las incógnitas para 2021 no están despejadas, más allá del supercepo y de todas las puertas que cerró la administración para evitar que el exceso de pesos se refugie en el billete verde.
Los precios se dispararon en las dos últimas semanas, una tendencia que será el común denominador del verano, más allá de las soluciones voluntaristas que ensaya el oficialismo; por ejemplo, que los intendentes sean los sheriffs a la hora de controlar las góndolas.
Guzmán pretendía un rápido acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para darle un certificado de credibilidad al plan.
Eso no sucederá por el cambio político en Washington, pero también porque el kirchnerismo no quiere un aumento importante de tarifas en los servicios públicos y pretende aumentos nominales en sueldos y jubilaciones para evitar una derrota electoral en las decisivas elecciones de 2021.
Si las tarifas no suben, deben aumentar los subsidios económicos para el transporte, la energía -gas y electricidad- y el agua, lo que rompería el compromiso del jefe de Economía de que el déficit fiscal no superará el 4,5% del Producto Interno Bruto (PIB). Más déficit es más plata en la calle, que va a precios o al dólar.
La disputa entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner no es bien vista por el organismo que debe extender el certificado, salvo que se esté buscando el financiamiento chino, sujeto a condiciones nunca explicadas con claridad.
La decisión de Joe Biden de subsidiar en U$S 600 mil millones la recuperación en Estados Unidos alentará un “dólar débil”, lo que empuja el precio de las materias primas.
La soja superó en las últimas rondas los 460 dólares, el valor más alto desde 2014. Una buena noticia para el Gobierno, salvo que la sequía afecte los rindes de la futura cosecha.
Otra buena noticia: la consultora de Orlando Ferreres midió en noviembre la primera recuperación interanual de los últimos 16 meses, con una leve suba de 0,1%.
El Banco Central necesita dólares para espantar el fenómeno de la devaluación que muchos esperan.
Una mala: el superávit comercial de noviembre fue sólo de 217 millones porque las importaciones se dispararon ante ese temor y porque las exportaciones cayeron a la espera de que una devaluación dé mayor valor en pesos a la producción que se vende al exterior.
¿Los problemas para la compra de la vacuna a Pfizer y a los laboratorios privados tienen que ver con la faltante de dólares líquidos? ¿Sólo Rusia y China aceptan financiarnos esas compras?
El árbol de Navidad resumió los anhelos de salud y de una mejor economía que, al igual que el comienzo de la pandemia, siempre estuvieron vinculados. No uno sin el otro.