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Por Rosa Bertino. No cabe la menor duda que estamos saboreando el fin de una era. Lo cual no significa que la próxima sera mejor. Nos referimos a la “era Tinelli”. En 2005, el afamado conductor compró los derechos de Bailando por un sueño a una franquicia mejicana.
La versión argentina arrancó en 2006 y se impuso rápidamente. Por cuestiones varias, tuvo su respiro sabático en 2013 y vuelve este año con un niño bajo el brazo. Según las cuentas, Lorenzo Tinelli Valdez verá la luz en abril próximo, en una fecha cercana al lanzamiento de la edición 2014.
Sin embargo, no se puede decir que el público lo haya extrañado. La que no puede vivir sin Tinelli, es la televisión. Cuando uno dice “televisión”, y en particular a la desfalleciente televisión abierta, se está refiriendo a miles de seres que están al salto por un bizcocho. Entre ellos, centenares de aspirantes a un minuto de fama.
Apenas se definió el regreso de Tinelli a la pantalla chica, comenzó la bochornosa la desesperación de ignotas estrellitas que inventan videos hot o suben sus selfies a Instagram y otras cuentas (Facebook pertenece al pasado, o a los adultos mayores).
Charlotte Chantal Caniggia ya no sabe qué hacer para que la vuelvan a convocar. José María Muscari y Christian Castro, tampoco. El problema es que no se trata sólo de desnudarse. Hay que saber bailar, cantar, tener feeling con el público, etcétera. Y eso no abunda.
¿De dónde sale, tanta necesidad de estar en el Bailando? Las niñas pueden encontrar billetera y anillo, como en los casos de Karina Jelinek, Cinthia Fernández, Jessica Cirio, Valeria Archimó, Mónica Farro y varias más.
En resumen y muy sencillo: Bailando por un Sueño es la vidriera que permite incursionar en pasarelas, eventos, escenarios, producciones fotográficas.
Fabio “La Mole” Moli brilló un par de años, gracias a Marcelo, y hoy declina haciendo stand up y asistiendo a fiestas privadas. Otro tanto se podría decir de “Coki” Ramírez. O del propio Aníbal Pachano.
Salvo honrosas excepciones, el verdadero sueño de los participantes es asegurarse un lugar en las marquesinas de Mar del Plata, Córdoba y la calle Corrientes. Pero eso también está cambiando, y a pasos acelerados. Pasa que, en general, los espectáculos teatrales son caros, y mediocres.
Una familia tipo no puede gastar mil pesos en una salida. Las plateas se llenan a duras penas, generando escándalos y obsequiando entradas. En cambio, los festivales van en aumento, con gradas o sillas colmadas y una abultada grilla musical.
Hoy, Abel Pintos, Luciano Pereyra o Jorge Rojas tienen muchos más fans que una vedette condenada a la exposición perpetua, como Vicky Xipolitakis.
Mientras Carlos Paz lucha por mantenerse en el candelero, nuevos festivales brotan como hongos en distintos puntos del interior. Bañado de Soto, en el alejado departamento Cruz del Eje, juntó más de 30 mil personas para ¡el Festival del Lechón! Y conste que el porcino nunca pisó en lo de Tinelli.
Pero esta novela tiene muchos capítulos y un lento desenlace. En otro momento abordaremos los que corresponde a la cuestión económica, que todavía favorece a Marcelo Tinelli.●