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  • La estatua de Lenin cae en Ucrania

    Publicado: 11/12/2013 // Comentarios: 0

    Por Claudio FantiniUcrania vuelve a estar convulsionada. Las multitudes inundaron la Plaza de la Independencia en Kiev y voltearon una de las últimas estatuas de Lenin que quedaban en pie en lo que fue la Unión Soviética. Como en 2004, el espíritu anti-ruso se adueña de las calles y enfrenta brutales represiones.

     

     ¿La razón? 

    La razón es similar: el deseo de estar en Europa volvió a ser obstruido por Moscú. El presidente Viktor Yanukovich se sacó la máscara europeísta con la que llegó al poder, y desistió de firmar el acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea (UE).

    El Kremlin lo presionó con garrote y zanahoria. Si en lugar de asociarse a la UE ingresa a la unión aduanera con Rusia, habrá gas más barato para Ucrania. Si ocurre lo contrario, el imprescindible gas ruso será aún más caro para los ucranianos.

    En aquellos agitados días de la Revolución Naranja, en 2004, la furia estalló cuando el gobierno pro-ruso de Leo Kushma cometió un fraude para quitarle el triunfo al ganador de las elecciones, el pro-europeo Víktor Yushchenko, y consagró presidente al candidato oficialista Viktor Yanucovich.

    Yushchenko había sufrido durante la campaña electoral la inoculación de un veneno que le deformó el rostro de por vida.
    Y siempre que de misteriosos venenos se trata, se piensa en los aparatos de inteligencia de Rusia, herederos de los científicos que producían pócimas indetectables y letales en el edificio Lublianka, cuartel general del KGB.

    La Revolución Naranja derrotó el fraude y logró comicios limpios, en los que finalmente ganó el líder pro-europeo. Pero los acosos económicos de Moscú y las pujas entre el presidente Yushchenko y la primer ministra, también del bloque anti-ruso, Yulia Timoshenko, permitieron que en el 2010 Yanucovich llegara finalmente al poder, aunque con promesas de conducir el país hacia la UE.

    El estallido social de estos días vuelve a mostrar a Ucrania como una efigie de Jano, la deidad de la mitología romana que tenía dos caras contrapuestas. Una de las caras del país eslavo mira a Europa y la otra, a Rusia.

    La mayoría es pro-europea, mientras que la minoría no supera por mucho a la población de origen ruso que creció hasta 17% en la era soviética. El sentimiento de aversión a Moscú es muy fuerte y respira tragedias como el “Holdomor”; genocidio que aniquiló a unos 10 millones de ucranianos mediante la hambruna que provocó el estalinismo entre 1932 y 1933.

    Las caras del Jano eslavo vuelven a pujar entre sí. Quizá la única forma que tenga Ucrania de integrarse a Europa, sea renunciando a los estados orientales que, como Donestk, Jarkov y Crimea, tienen población rusa y quieren unirse a la madre patria.

    Una vez más, la efigie de Jano amenaza con partirse.

     


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