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Por Ramiro Sosa Navarro. Con el objeto de introducir correcciones sobre la política económica, el Banco Central tomó una serie de medidas en política monetaria. Entre ellas, se destaca el aumento de la tasa pagada a las demás entidades financieras. La tasa que abona el Banco Central se incrementó en 12 puntos porcentuales pasando de 16,5% al 29,5% anual.
Tomando en consideración la inflación publicada por el «índice Congreso», que ascendió al 28% en 2013, la medida apuntaría a revertir la tasa de interés real negativa para transformarla en positiva.
Como el ahorro constituye la fuente de financiamiento de la inversión, las políticas del Banco Central favorecerían la transformación de una economía cuyo crecimiento se basaba en el consumo (economía “pro-consumo”) a una economía cuyo crecimiento comenzaría a apoyarse en la inversión.
El conjunto de medidas implementadas por el Banco Central ha otorgado un marco de estabilidad transitorio al Gobierno que le permite avanzar en la implementación de medidas complementarias. Por ejemplo, el cierre de las negociaciones sindicales, entre otras medidas a tener en cuenta en el plano fiscal.
En la medida que el Gobierno no acompañe con las correcciones necesarias en el plano fiscal, el nivel de inflación del corriente año podría volver a generar tasas de interés significativamente negativas en términos reales, neutralizando los efectos de las medidas implementadas por el Banco Central.
Aun en una económica pro-consumo, que privilegia el consumo respecto del ahorro, enfrentaríamos una caída del consumo privado explicada tanto por el mayor costo del crédito como por un deterioro del salario real.■