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Por Eugenio Gimeno Balaguer. ¿Qué es el poder? Weber lo definió como la capacidad de una, o varias personas, para realizar su propia voluntad a pesar de la resistencia de otros que también participan en la acción. Algún otro autor afirmó que “es una posibilidad de hacer daño”. En la cátedra proponemos esta distinción:
■ El poder coercitivo: que utiliza la amenaza y el castigo.
■ El poder compensatorio: que otorga recompensas.
■ El poder condicionante: que actúa modificando las creencias.
En la sociedad en que vivimos la información está a punto de suplantar a la realidad, lo que hace que toda cautela sea poca. De allí que el “poder mediático” tenga un rol fundamental.
La influencia de los medios será decente si cumple su pacto con el lector, oyente, televidente o internauta, es decir, si respeta su propio código de conducta. Mostrar y describir la realidad. Controlar el poder mediante la movilización y formación de la opinión pública. Servir de canal de expresión para esta opinión y ayudar a fijar la agenda de temas en función de las necesidades de la gente.
Cito a Niklas Luhman cuando dice: “poder es la capacidad de limitar la gama de alternativas del otro, muchas veces consiste en neutralizar la voluntad, no necesariamente en doblegarla… y lo que es muy sutil es que el simple hecho de seleccionar la información permite mentir sin decir ninguna mentira”.
Hay que recuperar protagonismo. Ejercer un poder activo. Esto implica:
■ Para los medios: ampliar el poder de la audiencia mediante la veracidad de la información y la riqueza de enfoques.
■ Para los políticos: brindar mayor la autonomía de los ciudadanos mediante un régimen de derechos que son posibilidades para la acción.
■ Para toda la comunidad: “exorcizar” el poder indecente poniendo al descubierto mecanismos tales como la coacción, a través del miedo; las dádivas y las alteraciones de los elementos del contexto en una trama de urdimbre egoísta con oscuras finalidades de ocultamiento.