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Por Gustavo Rossi, secretario general de UECARA del Interior. Siempre se planteó que la política contiene una variada gama de colores, que va desde lo ideológico hasta los diversos matices de sus acciones. Un criterio que muchos creyeron casi pétreo, pero la realidad muestra que la opacidad es cada vez más frecuente.
El accionar de los partidos lo está corroborando. Desaparecieron como espacios de debate, como instituciones que trabajaban en lo social dando respuestas no sólo desde lo teórico, sino comprometidos en el territorio.
Hoy, se han convertido en verdaderas máquinas electorales que abren las puertas de sus olvidadas y polvorientas sedes cuando una elección se aproxima. Sustituyeron los debates por consultoras marketineras, que vaciaron de contenido a las propuestas y sólo se enfocaron en eslóganes que tienen punch, que pegan en la superficie de una pretendida guía de acciones de gobierno.
Se le cerró la puerta a la militancia y, hoy, acceden a los cargos más relevantes los famosos, que cuentan chistes, hablan desde un micrófono o actúan en un deporte.
Se le cerró la puerta a la militancia y, hoy, acceden a los cargos u espacios políticos los famosos. Los militantes comenzaron a entender que la concreción de una vocación política no transita por una sede partidaria, cerrada la mayor parte del año, sino desde un escenario contando chistes, desde el micrófono de un medio de comunicación, desde un espacio deportivo, etcétera.
La militancia se ha devaluado a tal punto que hoy se buscan empleados complacientes y no compañeros para la construcción de un espacio colectivo, que se sustente en sueños de una sociedad mejor. Quienes hacen política dejaron de soñar; dejaron de plantearse utopías de sociedades más justas.
La sociedad percibe que simplemente se busca el poder, y que -en tal búsqueda- las alianzas se tornan en “desconstrucciones políticas” a corto plazo.
La mística de la militancia que viene desde los barrios, desde los gremios, desde las universidades, dejó de ver a la política como una gama de colores que matizan la ideología, los debates, para comenzar a ver una política en blanco y negro.