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Por Rosa Bertino (Periodista especializada en temas de Espectáculos). Según la memoria de los cordobeses, noviembre y diciembre son los meses con más cortes de luz, producto de la excesiva demanda de kilovatios que genera la locura por el aire acondicionado. En invierno hay menos apagones y caídas del voltaje, porque el cambio climático…
… hace que cada vez haga menos frío y más calor. Este es el cuadro ambiental del Hemisferio Sur, en cuya mera extremidad se encuentra este bendito y enorme país.
Tras leer el título, usted podrá preguntarse si los cortes luz tienen algún aspecto positivo. En principio, sí lo tienen para los fabricantes de generadores, cuyas ventas han aumentado de manera exponencial. “Ayer mi marido y mi hijo fueron a comprar cuatro generadores, uno para cada casa”, informó una compañera de gimnasia, abnegada esposa y madre de tres hijos casados. Lo notable es que habló de generadores caseros de energía como quien antes hablaba de ventiladores de techo. ¿Cómo podríamos interpretarlo? ¿Como un avance o un retroceso? Una cosa es tener poder adquisitivo y otra, tener que destinarlo a un gasto que no favorece a la ecología ni a la economía doméstica.
Pero no nos referíamos a eso.
En realidad, nos referíamos al ahorro de mal rato y mal trato que significa estar varias horas (en mi caso, un día y medio) sin televisión. Qué bálsamo, qué alivio para la mente y el espíritu. Imagínense, no tener que aguantarla a Viviana Canosa hablando de su futura hija como si fuera la única mujer del mundo que está embarazada. Tanto a ella, como a Marcelo Tinelli o Jorge Rial, que se la pasan exaltando el amor que sienten por su cría, uno les haría una sola pregunta: ¿Ustedes permiten que sus hijos vean sus programas? ¿No les da cosa?
Al no haber luz, tampoco hay Internet, otra gran ventaja para la neurona que intenta hacer sinapsis. Además, aunque sea de vez en cuando, nadie se muere por apantallarse con los pies metidos en una palangana con alcanfor. O dejar que los chicos jueguen con la manguera y hagan un poco de barro, porque con algo se tienen que entretener hasta que vuelva la electricidad y con ella la tele y la compu.
Pero hasta este forzado armisticio, o breve lapso de recuperación de hábitos perdidos, tiene los días contados. Ya hay muchísima gente cuyos celulares tienen televisión y conexión con redes sociales, que pueden “googlear” o enfrascarse en conversaciones aún más inútiles que las que manteníamos por teléfono o a través de la tapia. Pero al menos nos escuchábamos la voz. La tecnología avanza a pasos agigantados, con un propósito subliminal: ¡nunca se desengancharán!