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Por Claudio Fantini. Esta columna, así como en mis espacios en radio y TV, fue una de las primeras en advertir que la aspiración de Susana Malcorra a encabezar la Organizacón de las Naciones Unidas (ONU) no era una buena noticia para el país (ver: Malcorra vale más aquí que en la ONU). En los últimos días, se agregaron miradas igualmente escépticas.
En algunos medios extranjeros se llegó, incluso, a señalar durísimas críticas contra la canciller argentina. Sin caer en tales exageraciones, corresponde señalar los hechos que parecen confirmar el lado oscuro de la aspiración de Malcorra. Y el más señalado en los últimos días, ha sido el giro argentino hacia una posición más suave respecto al gobierno venezolano.
Desde la campaña electoral, Mauricio Macri había planteado una actitud de firmeza que mantuvo en sus primeros gestos como presidente. Luego, Malcorra mediante, la posición se fue suavizando hasta el punto de que fue el gobierno argentino el que -con apoyo de Brasil y Estados Unidos- otorgó a Nicolás Maduro un poco de oxígeno, proponiéndole un “diálogo” con la oposición, sin fijarle metas a alcanzar ni tiempos a cumplir. En definitiva, con la laxitud suficiente como para que el controvertido presidente venezolano la utilice para ganar tiempo y postergar todo lo posible el referéndum revocatorio que exige la oposición.
Lo que debe exigírsele en este momento a Maduro y al chavismo no es diálogo con la oposición, sino cumplimiento de la Constitución. Según la Carta Magna bolivariana están dadas las condiciones para que el pueblo se pronuncie en las urnas sobre la continuidad de este gobierno o el llamado a elecciones presidenciales adelantadas.
La sospecha es que Malcorra impulsó esta propuesta para correr del centro de la escena la ofensiva del titular de la OEA, Luis Almagro, que apunta a usar la Carta Democrática para obligar al chavismo a realizar el revocatorio en estos meses y no después de 10 de enero, cuando la Constitución establece que, de perder el presidente, no cae el gobierno y se realizan nuevas elecciones. En ese caso, asumiría un vicepresidente elegido por el mandatario revocado.
¿Cuál es el objetivo de quitarle presión a Maduro? Que Malcorra cuente con el voto que Venezuela tiene como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
La canciller argentina ha sido una excelente funcionaria de la ONU y algunas de las acusaciones que se le han hecho son sumamente discutibles, como la que la denuncia como encubridora de Cascos Azules que abusaron de niños en la República Centroafricana.
Pero su postulación para suceder a Ban Ki-moon en la Secretaría General de la ONU no es precisamente loable. Por el contrario, deja la sospecha de que aceptó convertirse en ministra de Relaciones Exteriores, para usar ese cargo como trampolín hacia su verdadera meta: suceder a Ban Ki-moon.
Lo lógico es que quienes aspiren a la Secretaría General sean ex ministros y ex jefes de gobierno, en lugar de ser funcionarios activos. La campaña para ese cargo puede confundir los intereses del aspirante con los intereses del país que gobierna o del cual es un alto diplomático.
Ésa es la sombra que oscureció la carrera diplomática de la argentina que cuenta con un capital valiosísimo en experiencia diplomática y en contactos internacionales, que pierde valor para el país si ella lo invierte sólo en su aspiración de alcanzar la cumbre de la ONU.