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Por Claudio Fantini. Pasó lo peor que podía pasar. El debate sobre la reforma de las jubilaciones fue vencido por la confrontación. Antes, la posibilidad de debatir en el Congreso se diluía en un liderazgo hegemónico hiperconcentrado de un poder personalista (Cristina Kirchner) . Ahora, al debate lo abatió la confrontación violenta, afuera del Congreso y también dentro de la Cámara de Diutados.
El país quedó malherido. El poder salió del escenario donde deben confrontar las distintas posiciones y visiones a través de la palabra, para instalarse en la calle. Y allí no se confronta a través de la palabra, sino mediante la violencia.
No se trata de afirmar que el país hubiera salidos airoso si se imponía la reforma previsional que impulsa el Gobierno tras un acuerdo con los gobernadores. El gobierno de Mauricio Macri haría bien en preguntarse a esta altura si acertó con decisiones como levantar las retenciones a la minería y otras por el estilo, que restaron poder de recaudación al Estado.
Se instaló la sensación de que se tocaba el bolsillo a los jubilados y eso resulta lógicamente inaceptable en un país donde los gobiernos nacional, provinciales y municipales siguen dilapidando océanos de dinero de manera injustificada.
La ineficiencia, la arbitrariedad y la mala política continúan esquilmando las arcas públicas. Resulta inaceptable sacar de las jubilaciones lo que debiera obtenerse corrigiendo deformaciones estatales.
La mayoría de quienes ayer, en el Congreso, posaron de sensibles defensores de los débiles, han sido y son cómplices del desastre que arrasa las cuentas públicas.
Y ayer también fueron cómplices de que la confrontación violenta de las calles venciera a la confrontación de ideas y propuestas en el ámbito donde debe residir el poder: el debate parlamentario.
Los gobernadores que negociaron con el gobierno la reforma previsional para mantener la obra pública y sus administraciones funcionando, guardaron un silencio hipócrita para que a la cuenta la pague solo el Gobierno nacional.
La confrontación debía darse en el Congreso, con el debate sobre de dónde saldrá el dinero que ayer salía de la inflación y hoy del endeudamiento, y que el Gobierno y los mandatarios provinciales acordaron -de manera errónea- sacar de las jubilaciones.
La confrontación violenta le ganó a la confrontación de las ideas y los proyectos. Y a la seriedad la venció la hipocresía de la política que sigue dilapidando fondos públicos para mantener el reino de la ineficiencia y la arbitrariedad.