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Por Claudio Fantini. Benjamín Netanyahu lanzó su ofensiva final destinada a garantizarse que Donald Trump convierta una idea en acto. La idea que ronda la cabeza del presidente norteamericano es que el acuerdo nuclear con Irán no sirve para nada. El acto que vendría en consecuencia, es sacar a Estados Unidos de ese acuerdo.
Lo que quiere Netanyahu es que Trump borre con el codo lo que Barack Obama firmó con la mano. Pero los aliados europeos -que también suscribieron el acuerdo-, están convencidos de que sacar a EE.UU. sería un grave error.
Con Trump entre dos campanas, el premier israelí quiso que el último tañido que resuene en su cabeza, antes de tomar una decisión, sea la campana israelí o, más exactamente, la de Netanyahu. Por eso hizo público un archivo que agentes del Mossad habrían hecho en Irán.
En ese archivo, oculto en un lugar secreto, se describe el Plan Amad, destinado a producir armas nucleares.
En rigor, el informe del Mossad dice que el archivo prueba que el régimen de los ayatolas “tenía” un plan para dotarse de un arsenal nuclear. No muestra pruebas de que lo esté ejecutando.
El primer ministro anunció el hallazgo como una prueba de que Irán “mintió” cuando afirmaba que su plan nuclear sólo apuntaba a la producción de energía y no contemplaba un programa militar.
Para Netanyahu, esa mentira confirma que el acuerdo nuclear alcanzado en el 2015 no tiene sentido. Posiblemente, el líder israelí logre que Donald Trump rompa el pacto.
Pero eso no implicará que su argumento sea convincente. Es obvio que las potencias no le creían al gobierno iraní cuando afirmaba que no tenía un programa militar para el plan atómico. Si le hubieran creído, no habrían considerado necesario una larga y ardua negociación con el presidente Hassan Rohani para acordar que el desarrollo nuclear de Irán quede bajo control de la ONU.
Sería absurdo pensar que una potencia regional como Irán, en un área tan inestable y con enemigos tan poderosos como Israel y Arabia Saudita, va desarrollar energía nuclear sin un plan militar.
Ningún país actuaría de otro modo y ningún país admite tener un plan secreto cuando le preguntan sobre ese programa.
Eso no quita gravedad al asunto. Lo que aclara es que la mentira iraní no es ninguna novedad. Las presiones, la negociación y el acuerdo fueron precisamente para controlar que no desarrollen su programa nuclear. Lo imposible es evitar que lo tengan.
Trump recibió con gran optimismo el anuncio de Kim Jong-un aceptando negociar la desnuclearización. ¿Acaso supone que el régimen norcoreano renunciará a la posibilidad de construir armas nucleares si lo considerara necesario? ¿Cree el optimista Trump que Kim le entregará la receta para fabricar bombas atómicas y después pondrá a sus científicos y militares a olvidarla?
Por cierto, no. La negociación y el acuerdo de desnuclearización buscarán, como en el caso de Irán, que Corea del Norte no posea ojivas nucleares ni esté fabricándolas. El éxito a largo plazo de lo que se acuerde dependerá del cambio de escenario que pueda comenzar a producirse a partir del acuerdo.
Israel tiene derecho a pronunciarse sobre el poderío iraní, porque sería uno de los blancos de la teocracia persa, si estallara un conflicto. La cuestión es si la posición de Netanyahu es la más conveniente para la seguridad del Estado judío. Y no está claro que lo sea.
Es cierto que Irán continuó el desarrollo de misiles. Pero el acuerdo nuclear es un acuerdo sobre ojivas, no sobre los proyectiles que las portan. En todo caso, sería muy importante negociar otro acuerdo, esta vez referido a los misiles.
Y un tercero que tenga que ver con la presencia militar iraní dentro de Siria, país que tiene frontera con Israel.
Que falten otros acuerdos no necesariamente quiere decir que el acuerdo nuclear entre Estados Unidos, Europa e Irán sea malo.
El hecho de que, desde que entró en vigencia hasta la fecha, la entidad encargada de monitorear in situ lo que hace Irán con su programa nuclear haya podido hacer su trabajo y esté señalando que el acuerdo hasta aquí funciona, es un hecho que tanto Europa como China y Rusia tienen en cuenta, y tiene lógica que lo hagan.
Borrar con el codo lo que se firma con la mano imposibilitaría futuras negociaciones y acuerdos. Por el contrario, cumplir lo acordado potenciaría futuras negociaciones y acuerdos.
La amenaza que representa un régimen oscurantista y expansivo como el iraní, hace necesarias futuras negociaciones sobre otras cuestiones militares y geopolíticas. Las capitulaciones contienen todo lo que quiere una de las partes y nada de lo que quiere la otra. La negociación es otra cosa.
Pretender que no sea negociando la forma de dar seguridad a Israel y a otros países del Oriente Medio, es plantear que el camino es la guerra. Y, más allá de Netanyahu y de Trump, no son muchos los que creen que los israelíes estarían más seguros durante y después de una guerra abierta.