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Por Claudio Fantini. Lo ocurrido en Venezuela es un golpe de Estado. Quienes consideran ilegítimo el gobierno de Jeanine Áñez en Bolivia, están en lo cierto. Pero por la misma razón no pueden aceptar el nombramiento de Luis Parra en reemplazo de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional. Fue correcta, en tiempo y forma, la reacción del Gobierno argentino a través del canciller Felipe Solá, al plantear que el procedimiento utilizado y su consecuencia resultaban «inadmisibles».
La reacción de la Cancillería argentina contrastó con el silencio de otros gobernantes y dirigentes de la región. Y no había razón para demorar el repudio a lo sucedido en Venezuela. Los hechos estaban a la vista.
Estaba a la vista que no hubo quórum y que ni siquiera quienes dirigieron la tumultuosa votación observaron y mostraron cuántos legisladores estaban presentes. Tampoco mostraron los votos.
Lo que veía el mundo entero, salvo los residentes en Venezuela que seguían los hechos por los medios de comunicación permitidos, es como la Guardia Nacional Bolivariana le impedía el ingreso al presidente de la Asamblea, quien era el principal candidato a presidir esa Legislatura por un nuevo período.
Sencillamente, la policía impidió a Juan Guaidó ingresar al recinto. Lo mismo hizo con la mayoría de los legisladores opositores.
El Grupo de Puebla, liderado o guiado por Marcos Enriquez Ominami, hubiera ganado en credibilidad de salir de inmediato a denunciar el golpe de Estado que acaba de dar el régimen chavista contra la Asamblea Nacional.
La demora en pronunciarse del Grupo de Puebla -opositor a EE.UU.- debilita su propia argumentación contra la investidura de Áñez en Bolivia.
Los miembros del Grupo de Puebla tuvieron razón en negar legitimidad a la presidencia de Áñez. La línea sucesoria no pasaba por la segunda vicepresidenta del Senado, en el caso de que tanto los titulares de ambas cámaras hubiesen renunciado, que fue lo que ocurrió en Bolivia.
También tiene razón Evo Morales al plantear que el día que caduca su mandato debe asumir la presidencia el titular del tribunal Supremo de Justicia.
Pero la escena fraudulenta de la designación de Áñez, sin quórum y sin la presencia de los legisladores del MAS, se acaba de repetir en términos más o menos idénticos en Venezuela.
Es acertado hablar de golpe de Estado en Bolivia y también lo es en Venezuela. En ambos casos, el golpe se perpetró en el Poder Legislativo. Y en ambos casos, los golpistas dejaron de lado las leyes para disfrazar de votación una imposición por la fuerza.
Canadá fue una de las primeras voces en repudiar el desplazamiento de Guaidó mediante semejante maniobra. Poco después, los países del Grupo de Lima, además de Estados Unidos y gobiernos afines, repudiaron lo acontecido en Caracas.
Pero se escuchó más el silencio de muchos gobernantes y dirigentes latinoamericanos. Ese silencio se volvía ensordecedor a medida que pasaban las horas.