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Por Juan Turello. La principal asignatura pendiente de Alberto Fernández sigue siendo la falta de un plan coherente para derrotar la inflación y, a partir de la estabilidad macroeconómica, lograr un desarrollo sustentable y la redistribución del ingreso, señala mi nota en La Voz.
El presidente repite estos dos últimos objetivos como un latiguillo en las tribunas partidarias, pero los hechos echan por tierra esas palabras apenas baja de los escenarios y toma decisiones. Dos botones de muestra: el anuncio de los nuevos billetes y el piso de Ganancias.
La inclusión de ciertas heroínas en los nuevos billetes -Juana Azurduy y María Remedios del Valle, en particular- obedecen más a pedidos de la interna y a las lecturas históricas de Cristina Kirchner, que a un cambio necesario en el manejo del dinero.
Nada de eso anunció Alberto Fernández, por lo que comercios y servicios encarecen sus costos por la logística de billetes que la inflación torna insignificantes.
Los economistas y las entidades financieras han señalado en varias oportunidades que el uso de billetes de mayor denominación facilitará las transacciones.
Al mismo tiempo, evitará que los bancos cobren por los depósitos de los de menor valor, que inundan los cajeros.
La telenovela de los cambios en Ganancias fue muy bien resumida por un medio online al señalar: “Massa insistió; Guzmán cedió y Alberto armó un acto de apuro”.
Un acto armado para atender los pedidos de ciertos gremios (camioneros y bancarios), y las aspiraciones políticas de Sergio Massa, un aliado inestable de Alberto Fernández.
Las modificaciones que el ministro de Economía quería poner en vigencia recién desde agosto, para evitar un mayor deterioro en las cuentas públicas, sólo alcanzan al 10% de los trabajadores registrados, además de la histórica postergación de los autónomos.
De acuerdo con un informe de IDESA basado en la encuesta permanente de hogares (EPH) del Gran Córdoba, será muy reducido el número de sujetos beneficiados en esta provincia. El nuevo umbral para pagar Ganancias se incrementó en unos 55 mil pesos mensuales.
Por otra parte, como no se actualizaron los montos exentos de cada escala, los trabajadores que sean alcanzados por el impuesto deberán soportar una mayor carga tributaria. Otra promesa de campaña distorsionada.
Los agentes económicos tienen los ojos puestos en el cumplimiento o no de metas clave para que en el segundo trimestre se sostenga el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, de tal modo, el organismo desembolse el crédito que ayudará a pagar la deuda.
S
i Guzmán no cumple con la reducción del déficit fiscal, es probable que el FMI demande un mayor recorte en los gastos.
La proyectada suba de las tarifas de electricidad para el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba) y del gas natural para todo el país serían insuficientes para recortar el monto de los subsidios que establece el acuerdo con el FMI.
¿Por dónde podrá ajustar Guzmán en un gobierno fragmentado a la hora de usar la lapicera en las partidas públicas? Cada funcionario trata de salvar su carrera política, y de ejecutar las órdenes de su jefe partidario.
Las reservas no crecen al ritmo que exige el acuerdo, que establece un incremento real de 6.400 millones de dólares al 30 de junio.
Pese a los buenos precios de los granos, el Banco Central no logró aumentar las reservas en forma significativa, luego del pago de importaciones y de otras erogaciones, como las de 20 barco con gas natural liviano (GNL).
Después de agosto, sin reservas líquidas suficientes, volverán las presiones sobre el dólar.
Sin dólares, ¿el cepo será total? ¿Habrá un cierre virtual de las importaciones, que impactará en forma negativa sobre la actividad económica?
Hay demasiadas preguntas sin resolver para un Gobierno que carece de un plan convincente, con respaldo político, y sólo se dedica a poner parches ante cada reclamo de la interna partidaria.