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Por Claudio Fantini. Además de impactar contra Jorge Capitanich, la desaparición de una joven en el Chaco golpea sobre la imagen de la vicepresidenta Cristina Kirchner y sus adherentes.
No sólo porque el gobernador chaqueño es el kirchnerista que empoderó un clan tan desopilante como brutalmente autoritario.
También porque el caso desnuda la hipocresía de la dirigencia que denunció “la desaparición de Santiago Maldonado” como un “crimen de la represión macrista” y, ahora, guarda un vergonzoso silencio.
Pero Cecilia Strzyzowski no es la versión chaqueña del joven que murió ahogado en la Patagonia apoyando la causa mapuche.
Cecilia Strizyzowski es la versión chaqueña del caso María Soledad Morales. En 1990, la muerte de la adolescente en Catamarca inició el derrumbe de una dinastía espantosa: la familia Saadi.
La desaparición de Cecilia Strizyzowski derribó los muros de temor que silenciaban a la sociedad chaqueña, sometida por redes clientelares y sórdidos aparatos de intimidación.
Velozmente, se multiplicaron las voces que describieron un feudo dentro del feudo kirchnerista, que comanda Jorge Milton Capitanich.
Hubo fondos de los gobiernos nacional y provincial construyendo el poderío de un clan tan siniestro como desopilante: la familia de Emerenciano Sena.
Al frente de una organización piquetera, Sena consiguió suculentos fondos para construir barrios y escuelas, y también para comprar campos y otras propiedades.
En las escuelas y centros comunitarios que construyó con fondos públicos ondean banderas de Cuba, se cantan canciones guevaristas y la imagen más icónica del Che Guevara luce en muros y fachadas.
Algunas de las escuelas y centros comunitarios se llaman Emerenciano. En todos lados está el nombre de ese desopilante amo feudal camuflado con merchandising izquierdista.
Barrio Emerenciano, escuela Emerenciano, Biblioteca Emerenciano, Centro Comunitario Emerenciano.
Ese nombre extraño y su portador, candidato en las listas del actual gobernador y personaje de un libro biográfico escrito por su esposa y prologado por Capitanich, muestra que en Chaco, que gobierna el kirchnerismo, orbita en la dimensión del realismo mágico.
Sena fue un dirigente piquetero y de la UOCRA hasta que Capitanich se convirtió en gobernador.
Desde entonces, su agrupación comenzó a recibir subsidios, planes sociales y cargos en la gobernación.
Capitanich lo convirtió también en representante de Sueños Compartidos, el plan de construcción de barrios populares de Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza Mayo, que acabó en un escándalo de corrupción.
El hecho de que pusiera su nombre a escuelas, barrios y demás espacios comunitarios que establecía con fondos otorgados por Capitanich, evidencia el nivel de desvarío y de arbitrariedad de ese poder incubado en el vínculo entre el clan Sena y el gobernador.
Aun si mañana apareciera Cecilia Strzyzowski, lo que quedó expuesto por su desaparición evidencia el carácter oscuro, delirante y truculento del poder en Chaco.
Lo único que está claro es que, para los chaqueños que conocen a César Sena, su padre Emerenciano y la esposa de éste, Marcela Acuña, en ese grupo están los responsables de la desaparición de Cecilia.
Todos describen como violento y oscuro a ese clan que amasó poder a la sombra de Jorge Capitanich.
El reflejo chaqueño de Milagro Sala es una versión absurda y kitsch del izquierdismo violento de la dirigente jujeña.
Corrupta y agresivamente arbitraria, la líder del Movimiento Tupac Amaru impuso un culto personalista más solapado y mejor camuflado por la ideología.
En cambio, el izquierdismo y el culto personalista de Emerenciano Sena resultan impresentables por la estética ridícula de su ropaje ideológico.