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Por Héctor Cometto. Es el autor de la última gran revolución del fútbol argentino. Sus seleccionados juveniles marcaron un antes y un después; ganaron títulos con un juego respetuoso y un comportamiento ejemplar. Una dinámica competitiva adaptada al fútbol internacional.
José Néstor Pekerman volvió de visitante al estadio Monumental, donde alguna vez vi la exhibición del mejor fútbol argentino en el primer tiempo del partido ante Brasil, por las eliminatorias de 2005, con Mascherano ayudado por Sorín en el mediocampo para romper el tandem Kaká – Ronaldinho, con Luis y «Kily» González en los carriles y Riquelme, Saviola y Crespo exterminando a una defensa en la que brillaba Roberto Carlos.
Conocí de cerca su proceso por el seguimiento de una de sus joyas, el riocuartense Pablo Aimar, y su coherencia, educación, formación, era reflejada en el cuerpo técnico que lo acompañaba, con Hugo Tocalli y Gerardo Salorio como elementos sobresalientes.
Su modestia desembocaba en un perfil bajo que parecía falta de autoridad en un país acostumbrado a los liderazgos grandilocuentes; o su meta del bien común (sugerirle el nombre de Marcelo Bielsa como técnico a Julio Grondona, un gran acierto, pudiendo haberse candidateado él) también lo investía de un prejuicio de cuidado excesivo.
En Colombia está desarrollando una gran tarea: es tan esencial el muy buen nivel de jugadores para él, como su manejo de grupo, serio y pleno de autoridad, no de autoritarismo, para ellos.
La mayor parte de los jugadores decisivos de los últimos tiempos fueron mejores luego de recibir el aporte formativo de José Néstor Pekerman, en la cancha…y en la vida.