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Por Claudio Fantini. El bloqueo al vuelo de Evo Morales fue una decisión tan extrema como rara. No sorprende que un gobierno de la derecha española cumpla al pie de la letra una exigencia norteamericana.
Al fin de cuentas, se trata del mismo partido que firmó el Pacto de las Azores con George W. Bush, involucrando a España en el infierno iraquí.
Lo increíble es que los gobiernos centroizquierdistas de Italia y Francia hayan hecho lo mismo. Sobre todo Francia, cuyo nacionalismo se volvió particularmente altanero frente a las pretensiones de Estados Unidos, desde que Dwight Eisenhower obligó en 1956 a británicos y galos a poner fin de inmediato a la guerra que iniciaron contra Egipto cuando Nasser nacionalizó el Canal de Suez. A renglón seguido, De Gaulle impulsó la búsqueda de la bomba atómica para que nunca más Washington le imponga a París alguna decisión tomada en la Casa Blanca.
Sin embargo, el gobierno del socialista Francois Hollande aceptó dócil e inmediatamente nada menos que un pedido de bloquear el vuelo de un presidente. Incluso, la razón de semejante decisión resulta poco convincente.
La razón de la extraña sumisión de Francia al pedido de Washington quedó clara un par de días después, cuando el diario Le Monde reveló que también el gobierno francés aplica el programa PRISMA para espiar masivamente a sus ciudadanos, con la intención de interceptar planes terroristas.
Estados Unidos, España, Italia, Francia y Portugal actuaron como si en el avión de Evo Morales viajara un mega terrorista como Osama Bin Laden. Pero quien se sospechaba que estaba en esa nave no era un exterminador en masa, sino Edward Snowden. Y este experto en informática ni siquiera es comparable a Julian Assange, cuya publicación de los cables secretos de la diplomacia norteamericana afectó a Washington, sin que quede claro qué es lo que denunciaba.
Lo de Snowden fue una denuncia. Denunció el espionaje masivo que perpetra la inteligencia de Estados Unidos a través del programa PRISMA, en territorio norteamericano y en otros países (incluida la Argentina) según informó el diario brasileño O Globo. Antes de conocer estos datos, los presidentes latinoamericanos se solidarizaron con Evo Morales .
Y más allá de que esta práctica sea avalada por la mayoría de los estadounidenses por el miedo que dejó el ataque genocida del 11-S, está reñida con el Estado de Derecho y la sociedad abierta, y no está del todo claro que la ley surgida del Patriot Act le otorgue un marco legal. Por lo tanto, tampoco está claro si lo que hizo Snowden es una traición a su país o un acto de defensa a los derechos y garantías que establece la Constitución norteamericana.
El mundo creyó que enterraba el espionaje junto con la Guerra Fría. El flagelo de los espías resucitó el 11-S. Aquel día no sólo cayeron las Torres Gemelas y un ala del Pentágono. También derechos y garantías básicos en la sociedad abierta, como el de a la intimidad.
Lo que el caso Evo Morales dejó a la vista, es que no sólo el gobierno norteamericano realiza espionaje masivo de ciudadanos a través de las redes sociales, sino también las principales potencias europeas. Un signo trágico de los tiempos: democracias que usan instrumentos de sistemas totalitarios.
Éste fue el gran triunfo del terrorismo oscurantista. Allí apuntaron los aviones y esos fueron los pilares democráticos que pudieron derribar. ●