Por Claudio Fantini. En pocos días ocurrieron tres hechos  con impacto negativo para la  imagen de la Argentina en el mundo. La comparación que hizo Cristina Kirchner con Australia y Canadá, el conflicto de LAN y los dichos de Alicia Castro en Londres.

■ Canadá y Australia: En materia de producto interno bruto (PIB) per cápita, canadienses y australianos ocupan el 9° y el 10° lugar en el ranking mundial, mientras que la Argentina asoma en un relegado puesto 53. Los parámetros de cálculo usados por la Presidenta argentina parecen una prueba de algo que, en el mundo, resultaría inverosímil: la manipulación de las estadísticas oficiales, en este caso las del INDEC.

■ LAN: También resulta negativo para la “imagen país” el conflicto planteado contra LAN debido a la quita de su hangar en  Aeroparque. Además de provocar tensión en la relación con Chile, cuyo gobierno ya mostró malestar, promueve la imagen de un país donde el Estado hace trampas para favorecer a su empresa de bandera, perjudicando a otras, aunque éstas brinden un buen servicio.
Desde hace tiempo y a simple vista de los pasajeros, están las dificultades e incomodidades planteadas a empresas como LAN, retaceándole el uso de las mangas, por caso. La impresión inicial de este nuevo conflicto es que se trata de otro golpe artero para, ignorando compromisos contractuales, complicar las operaciones de la aerolínea chilena en las rutas nacionales.
La competencia desleal no es una buena señal al mundo.

■ Alicia Castro: Tampoco son una buena señal las palabras que eligió la embajadora argentina en Londres, Alicia Castro, para referirse al primer ministro David Cameron como “tonto, bobo e incapaz”.
Es cierto que esos términos fueron dichos dentro de un discurso sin tono agresivo. No obstante, el oficio y el talento diplomático consiste en saber calcular justamente el impacto de cada palabra y cada expresión. Lo que jamás puede hacer un embajador, o sea alguien cuya función no es sólo representar a un gobierno ante otro gobierno, sino también representar a una nación en otra nación, es extralimitarse en su función. Y opinar sobre un gobernante con palabras fácilmente entendibles como descalificadoras, implica torpeza o negligencia.
Que Alicia Castro incurre en esas extralimitaciones lo prueba el hecho de haber llamado “Papa malvinero” al pontífice argentino. Una afirmación que ni ayuda en la causa Malvinas ni ayuda al Papa en su compleja función que no tiene que ver con representar a la Argentina sino a una religión presente en muchos países.

Cada caso es una muestra de un rasgo preocupante del Gobierno. El periodista Nelson Castro dijo que la Presidenta sufre el “mal de Hubrys”, que la psiquiatría define como “la enfermedad del poder” y presenta, entre sus síntomas, la megalomanía extrema, la creencia de infalibilidad propia y de ignorancia en todos los demás. En síntesis, un trastorno emocional que dificulta la relación con la realidad.

El nombre de este trastorno que describe la Psicología actual, viene del concepto que los antiguos griegos utilizaban para describir el peor de los pecados: la hybris.

En la mitología y la historia de la polis ateniense, la hybris era la desmesura, el exceso. Y cuando la cometían los reyes, ponían en riesgo la estabilidad de la polis.

El exceso y la desmesura son habituales en el Gobierno argentino. La comparación con Australia y Canadá que hizo Cristina Kirchner, el apriete a LAN y las palabras mal calibradas de la embajadora en Londres constituyen varias pruebas más. ●

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■  ¿Qué busca el gobierno con Lan fuera de Aeroparque?   / Fuente: Turello.
■  Mapa de vuelos y rutas aéreas / Fuente: Turello.

Redacción Turello.com.ar

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