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Por Héctor Cometto. Será porque en el pueblo uno compartía todo, colegio, cancha, y se sentía igual a todos, aun con los que eran absolutamente distintos. La “Mole” Moli es uno de esos grandotes de pueblo a quien se le festejan y resaltan las bromas, los logros y los errores. Y uno aprende a quererlos tal como son, y se prepara para sufrir cuando ve que todo aquello que parece exaltarlo, favorecerlo, llevarlo en andas por la vida, le puede provocar un vacío, una caída, un golpe duro desde tan alto.
Nada justifica el bochorno de su reacción violenta, que lo llevó a pegarle en el suelo a su rival en la pelea por el título. Pero a nadie le puede resultar inesperado. Él siempre fue esa persona exagerada, devorada por el personaje en alguna situación extrema, que volvía a ser el que se agarraba con la ley en algún cruce de bar como si nada, en su Villa.
Mientras gana, la «Mole» Moli es figura mediática, todos se ríen, lucran y disfrutan. Cuando aparece el lado bestial, todos se corren de la foto y lo desconocen.
Osvaldo Bisbal, presidente de la Federación Argentina de Box, dijo que “lo que pasó no ensucia al boxeo; Moli no refleja al boxeo”. Claro que lo refleja, en el acierto y la conquista o en el error y la caída. Ejemplos sobran.
Mal o bien, con el contraste entre su gran carisma y sus limitaciones técnicas, cambió el boxeo argentino en los últimos años. Con su desmesura ganaron varios y ahora condenan más.
Él es el principal culpable, pero no el único. Que no se escapen los que figuran en la foto del campeón. Y que no nos vayamos ahora los que vivimos en el mismo pueblo. ●