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Por Claudio Fantini. Mauricio Macri y Alberto Fernández suman errores en sus últimas presentaciones. El presidente habría capitalizado mejor la multitudinaria marcha del sábado último, si no se hubiera mostrado tan eufórico en el balcón de la Casa Rosada. Esa euforia no parece la de un líder en control de la situación, sino de una excitación, que suelen producir los estados depresivos. Alberto Fernández y el traspié sobre Venezuela.
Los gritos, arengas y agradecimientos de Macri a la multitud, quizás puedan ser leídos de manera similar a la lectura que hizo del resultado de las PASO al día siguiente: como actitudes marcadas por desequilibrios.
Tampoco acertó Alberto Fernández en las últimas entrevistas que dio. Decir que en Venezuela no hay dictadura sino un gobierno autoritario, es como decir, parafraseando al lúcido Nicolás Lucca, que en ese país “la gente no es asesinada ni se muere, sino que deja de estar viva”.
Además, situar la diferencia entre una dictadura y un gobierno (no dijo régimen) autoritario en la legitimidad de origen (por un acto democrático), implica cometer dos errores. Por un lado, plantear un razonamiento que, por ejemplo, impediría calificar de dictador a Hitler, a Mussolini o al paradigma del tirano latinoamericano: Rafael Leónidas Trujillo.
Resulta obvio que una democracia puede concluir en una dictadura, proceso que tiene relación con sus actos, no en su origen.
El otro error en la apreciación es que, en el caso del régimen residual chavista que hoy encabeza Nicolás Maduro, también hay un origen ilegítimo: la última elección presidencial.
La oposición que encabeza Juan Guaidó no cuestiona la legitimidad del primer mandato de Maduro. Afirma que este segundo mandato equivale a una “usurpación” del poder, por basarse en comicios totalmente adulterados.
La otra argumentación de Alberto Fernández para sostener -a contramano de lo que había afirmado en los últimos años– de que no hay una dictadura en Venezuela, es que “las instituciones republicanas funcionan”.
En este punto, el posible próximo presidente incurre en otro llamativo error. Confunde estar con funcionar.
En Venezuela hay un Congreso, la Asamblea Nacional, pero desde que tiene mayoría la oposición no puede legislar, por lo tanto, que haya un Congreso no quiere decir que haya Poder Legislativo. Del mismo modo, que haya un Tribunal Superior no quiere decir que haya un Poder Judicial. Para que haya Poder Judicial, los jueces tienen que poder actuar de manera independiente de los demás poderes.
Las instituciones están, pero eso no quiere decir que funcionen. Y si no funcionan, que estén constituida como tales, resulta irrelevante.