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Por Claudio Fantini. Es un error pensar que a Alberto Fernández no le conviene que la economía argentina termine de estallar. Desde la posición en la que quedó tras la inesperada ventaja que consiguió en las PASO, al candidato peronista no le resultaría imposible dar el empujón que falta para un estallido que incluiría una corrida financiera, un corralito y la hiperinflación.
No es algo que ocurriría necesariamente ni tiene por qué ocurrir, pero la insólita situación de debilidad en la que quedó Mauricio Macri, que dejó en suspenso incluso el último desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI) que debía producirse antes de fin de año, deja en manos del ganador en las PASO el botón del colapso total.
Analistas y dirigentes insisten en que a Alberto Fernández no le conviene que la economía termine de derrumbarse. Y eso no es necesariamente cierto.
En rigor, hay 50% de posibilidades de que a Alberto Fernández no le convenga el derrumbe total. Pero también hay 50% de posibilidades de que, por el contrario, le convenga. La conveniencia o no, depende de lo que él tenga pensado hacer como gobernante, en caso de que las elecciones de octubre ratificasen el voto que se evidenció en las PASO.
Si lo que quiere Alberto Fernández es un liderazgo mesiánico, personalista y hegemónico, entonces será funcional a ese deseo el modelo económico que comenzó a perfilar Néstor Kirchner tras echar a Roberto Lavagna y comenzar el paulatino abandono de los “superávits gemelos”. Para eso, el derrumbe total es lo deseable, porque sobre los escombros se construye un modelo político y económico a medida.
Pero si lo que aspira es a un modelo que no se parezca al de Cristina Kirchner, al que criticó con dureza, entonces se abstendrá de tirar fósforos al combustible que está esparcido en la sociedad y en la frágil economía.
Cristina Kirchner habló de discutir las ganancias de las empresas, sumando inquietud a la que aportan también Juan Grabois, cuando anuncia una reforma agraria; la titular de Justicia Legítima, Cristina Camaño, quien se sumó al pedido de “Mempo” Gardinelli y Eugenio Zaffaroni por una reforma constitucional, y los movimientos piqueteros que asfixian el tránsito porteño.
Las evidencias señalan que la ex presidenta no descarta provocar una demolición para construir sobre los escombros.
Pero de momento, ésa no parece la decisión del candidato a presidente. Si decidiera cogobernar con Cristina Kirchner o moldear para sí mismo un liderazgo de corte kirchnerista, está a su alcance empujar para que Macri termine de incinerarse en una fogata económica y financiera está a su alcance.
Alberto Fernández sabe que le están marcando la cancha para que, valga el juego de palabras, si llegara al Gobierno no intente desmarcarse.