Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. La nueva estrategia de la defensa de Cristina Kirchner es potente, pero tiene un flanco débil: es demasiado obvia. A tal punto, que podría terminar generando el efecto contrario al deseado, o sea ser una evidencia más de que la ex presidenta se benefició de un esquema de enriquecimiento ilícito.
Ése es el problema de Gregorio Dalbón. Su estrategia es generar pánico a los acusadores de su defendida, pero lo hace tan grotesca y agresivamente, que en lugar de causar miedo podría lograr el efecto inverso.
En el caso del dólar futuro, Cristina Kirchner eligió como abogado a un penalista con respetable trayectoria: Carlos Beraldi. Además de socio de León Arslanián, fue su secretario de Seguridad cuando éste era ministro. Fue además uno de los redactores del anteproyecto del Código Procesal y participó en la redacción de la Ley de Reorganización del Ministerio Público Fiscal.
Pero a la hora de elegir un abogado que la defienda de la ola de causas de corrupción que se le vienen encima, la ex presidenta eligió un verdadero perro de caza. El estudio de Dalbón está especializado en daños y perjuicios, por lo tanto, la defensa que eligió Cristina es el contraataque.
Una jugada inteligente. Sin embargo, rápidamente se tiñó del color de la estrategia kirchnerista de siempre: amedrentar, asustar, amenazar. El mensaje de la defensa de Cristina Kirchner es que, quien la denuncie, tendrá que pagar un precio muy alto. El problema de Dalbón es que fue demasiado explícito.
Cuando se refirió al periodista Eduardo Feinmann, dijo que “le vamos a dejar el bolsillo roto”. A Jorge Lanata le advirtió que “va a caminar por Comodoro Py hasta el último día de su vida”. También acusó de “mentirosa” Margarita Stolbizer y dio a entender en varias oportunidades que va a perder todas sus pertenencias por acusar a Cristina Kirchner de enriquecimiento ilícito.
Dalbón había defendido a los empresarios y funcionarios responsables de la tragedia de Once, acusando a los maquinistas. Tuvo altercados violentos con magistrados, por caso Claudio Bonadío. Y agredió verbalmente a la conductora Pamela David y al periodista Luis Novaresio durante una entrevista.
Amenazar con arruinar económicamente a quienes denuncian a Cristina Kirchner es una estrategia de tanta agresividad que, más bien, se parece a la jugada desesperada de alguien que se siente acorralada por la contundencia de las pruebas, y no por la malicia de los denunciantes.
No en todos los casos la mejor defensa es un duro contraataque.