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Por Claudio Fantini. Coincidencia en el calendario electoral, pero también similitud en los modelos económico y político, hacen que una forma de gobernar retroceda -casi al mismo tiempo- en la Argentina y en Venezuela, donde la oposición pasó a controlar la Asamblea Legislativa.
El kirchnerismo podría definirse como un chavismo atemperado, tanto en lo económico como en lo político. En distintos grados, el kirchnerismo tiene en común con el gobierno chavista la concentración de poder en un híper presidencialismo, el estatismo desmesurado que rompe normas elementales de la economía generando inflación y desinversión, y una forma de gobierno que bien puede definirse como liderazgos de ocupación.
A diferencia de los liderazgos formateados en el Estado de Derecho, que además de saber entrar al poder, también saben salir serena y ordenadamente, los liderazgos de ocupación saben entrar, pero no saben salir del poder.
No están programados para abandonar ordenadamente el Estado, porque desde que llegan al poder inician un proceso de colonización institucional y apropiación del aparato estatal.
Cómo se apropian del Estado, no saben salir de él sin sentirse expropiados. Por eso, hacen dificultosas las transiciones ordenadas.
Los liderazgos de ocupación (los de la Argentina y Venezuela) saben entrar, pero no saben salir del poder. No están programados para abandonar ordenadamente el Estado.
El domingo, mientras las urnas venezolanas le avisaban a Nicolás Maduro que una contundente mayoría lo considera políticamente autoritario y económicamente calamitoso (algo que las urnas argentinas le avisaron recientemente al kirchnerismo), Cristina Fernández ametrallaba con explosivos tuits la sísmica transición que vive el país.
El desvarío sería sólo anecdótico, sino hubiera una feligresía kirchnerista lo suficientemente fanatizada como para que la victimización de su líder, la ponga en trance de activismo violento.
La catarata de tuits que gatilló la presidente saliente contra el presidente entrante podría constituir una incitación a la violencia.
La decisión electoral en Venezuela, que se producía en las mismas horas pero se conocería tiempo después, tendría una gravitación sobre la caldera política argentina, o bien atizando el fuego encendido por Cristina o atemperándolo.
Si el chavismo triunfaba, la gravitación habría sido favorable al tembladeral que quiere dejar Cristina Kirchner en la Argentina, que desde el jueves próximo será gobernada por Mauricio Macri. Por eso cabe suponer que, la contundente victoria de la oposición antichavista, actuará como una brisa favorable al liderazgo entrante.
Al menos no será combustible sobre el fuego que intenta encender Cristina Kirchner, para que su sucesor comience a cocinarse ni bien se siente en el sillón de Rivadavia.