Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
El Banco de Córdoba (Bancor) se consolida como una de las entidades financieras más competitiva...
Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
Ante la próxima temporada de verano, que asoma difícil para el turismo local por la baja precio...
Por Gastón Utrera. El Índice de Actividad Económica en Córdoba (IAEC), elaborado por la...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. El silencio de Cristina Kirchner ante los dichos de Agustín Rossi y de Aníbal Fernández sobre el avión con iraníes y venezolanos, hace notable porque la vicepresidenta lleva tiempo señalando “funcionarios que no funcionan”, además del ataque por ineptos a los responsables de la economía. De qué se trata.
Si fuera coherente con la severidad que muestra hacia los demás miembros del gabinete de Alberto Fernández, incluido el propio presidente, la líder del kirchnerismo debería cuestionar al titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y al ministro de Seguridad.
Tanto Agustín Rossi como Aníbal Fernández se pronunciaron rápidamente y a favor de la parte sospechada, en un caso que genera muchos interrogantes y dudas.
Rossi afirmó con categoría de certeza que el extraño número de personas que venían en el Boeing 747 (14 venezolanos y 5 iraníes) se explicaba porque los pilotos del país centroasiático eran «instructores de vuelo» de sus pares de Venezuela.
Por si hacía falta aclarar, dijo que se trataba de una presunción propia, y no de información, pese a ser la cabeza del organismo de inteligencia del país.
Ésa fue, además, una de las primeras versiones que balbuceó la empresa venezolana que envió el avión.
Lo curioso es que se hiciera eco el funcionario argentino, cuya misión es sospechar y dilucidar, en lugar de difundir versiones funcionales a los sospechosos.
Resulta increíble que el titular del aparato de inteligencia de un país que sufrió dos ataques sanguinarios -posiblemente decididos y planificados en Irán- haya mostrado más energía en librar de sospecha a la teocracia persa que en averiguar la verdadera razón.
A la Argentina llegó un avión que perteneció a una empresa ligada a la Guardia Revolucionaria Islámica, presunta autora de los atentados que ensangrentaron la década de 1990.
En el mismo sentido actuó Aníbal Fernández, al dar por hecho que el viaje tenía por finalidad la que dijo la empresa propietaria de la nave: transportar piezas de autopartes.
Todo sucedió como si las operaciones encubiertas de espionaje o de transporte de armas no usaran coartadas para ocultarse detrás de traslados legales.
Es posible que la versión de la empresa sospechada sea cierta, pero a esa conclusión debe llegar una profunda investigación y no, apresuradamente, los funcionarios que deben facilitar una minuciosa investigación.
Aníbal Fernández y Agustín Rossi son los funcionarios encargados de proteger a los argentinos, pero no actuaron de manera acorde con esa función.
De ser coherente, la vicepresidenta debió embestir contra ellos públicamente.
¿Acaso no fueron sus dichos y actitudes una muestra cabal de ineptitud, sino algo aún más oscuro?
¿Acaso tales actuaciones no califican para la categoría “funcionarios que no funcionan”?