Por Claudio Fantini. No fue una buena idea elegir a Bariloche como centro de las primeras reuniones del Grupo de los 20 (G20) países más desarrollados. Ser la primera sede latinoamericana de la entidad que representa el 90% de la economía global, el 80% del comercio internacional y dos tercios de la población del planeta, es una oportunidad inmejorable para mostrar rincones que pueden ser elegidos por el turismo internacional.
En materia de atractivos naturales, Bariloche es un lugar adecuado para mostrar.
El problema es que la cuestión mapuche llegó a la costa del lago Nahuel Huapi y la presencia de altos funcionarios de los países más poderosos del mundo y de los emergentes, podría no ser desaprovechada por organizaciones como la violenta RAM (Resistencia Ancestral Mapuche).
En un país con tantos lugares de inmensa belleza, alguien en el Gobierno debiera explicar por qué se eligió correr un riesgo innecesario en Bariloche.
A esa coyuntura hay que sumar la proliferación en la Argentina de agrupaciones que se autodenominan anarquistas, a las que la causa de las agrupaciones mapuches más beligerantes, ofrece una oportunidad para desplegar su propio activismo violento.
Es posible que ninguno quiera perder la oportunidad de difundir sus barricadas a través de la prensa internacional. Sería, además, el punto de confluencia entre estos grupos locales que se consideran anarquistas, con el activismo de la RAM y de todas las agrupaciones dispuestas a sumarse a la trinchera de los reclamos indígenas.
Con tanto combustible en el ambiente, poner a Bariloche bajo la lupa del mundo cuando ya ha empezado a convertirse en el foco de un conflicto que recién está comenzando, no parece una brillante idea.
Además, hay que sumar la convergencia del activismo antiglobalización y antisistema en todas las capitales donde se realizan cumbres como las del G-20. Ese activismo global, que se manifiesta en los encuentros entre de líderes mundiales o jerarcas de las entidades financieras internacionales, verá en la cuestión mapuche un modelo de comunitarismo para contraponer al sistema económico global vigente.
Sería suerte si no se produjera esta explosiva confluencia en la de por sí convulsionada Bariloche. El riesgo está. Y pudo ser mucho menor si el lugar elegido para las deliberaciones del G20 hubiera estado lejos, en vez de estar en el centro, de la cuestión mapuche.
En un país tan grande y con tantos lugares de inmensa belleza, alguien en el Gobierno debiera explicar por qué se eligió correr un riesgo innecesario en Bariloche.
Lea también:
Macri: Argentina inspira confianza en el mundo.