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Por Claudio Fantini. En la provincia de Buenos Aires, el oficialismo logró recortar la dimensión de la derrota en las PASO. Mediante la inyección de ríos de dinero como subsidios y el reparto de electrodomésticos, consiguió que atenuar la caída en las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Pero en la región chavista de Barinas sucedió algo que es una lección para los políticos argentinos.
El régimen de Nicolás Maduro intentó lo mismo en Barinas, pero el resultado fue exactamente el contrario. Al repetirse el domingo último las elecciones en las que había ganado la oposición el 21 de noviembre, la diferencia a favor de la oposición se ensanchó de manera notable.
La derrota se agigantó al ser más visible, ya que ese día sólo votaron en ese estado venezolano, a diferencia de noviembre, cuando se había sufragado en todos los estados de Venezuela.
En ese mes y medio que se extendió entre la elección anulada y la repetición, el régimen de Maduro hizo que no faltara combustible en las estaciones de servicio y que no hubiera cortes de luz. Ambos suministros escasean permanentemente en el resto del país.
Maduro repartió dinero y electrodomésticos en grandes cantidades en Barinas para dar vuelta el resultado electoral. Sin embargo, el resultado fue peor.
La artera anulación de la elección en noviembre para evitar una derrota en la tierra natal de Hugo Chávez, desembocó en una derrota aún más grande.
En la repetición de los comicios para elegir gobernador en el Estado que siempre gobernaron el padre y los hermanos del fallecido líder bolivariano, el candidato de la oposición derrotó por un margen muy superior al que había logrado Fredy Superlano sobre Argenis Chávez en la elección anulada.
En la elección anulada, el mayor derrotado en la cúpula del régimen había sido Diosdado Cabello, quien mantiene con la familia Chávez una relación más íntima que la que tiene Nicolás Maduro.
Esta vez, al candidato lo puso Maduro recurriendo a una figura clave de su gobierno: Jorge Arreaza, ex canciller y ex yerno de Hugo Chávez. Pero también fue derrotado y de manera más catastrófica.
El candidato de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Sergio Garrido, aplastó a la carta fuerte del régimen por una diferencia de más de 14 puntos.
El chavismo cayó en la tierra de su comandante, donde -desde el comienzo del proceso “bolivariano”- primero gobernó su padre, Hugo de los Reyes Chávez; después su hermano mayor, Adán Chávez; y finalmente, el menor, Argenis, que intentaba ser reelegido y fracasó.
Sería erróneo pensar que el triunfo opositor en Barinas fortalece a la oposición venezolana en su conjunto.
A nivel nacional, el liderazgo opositor atraviesa su momento de mayor debilidad. Julio Borges intentó destronar a Juan Guaidó.
Fue una embestida del partido Primero Justicia, que lideran Borges y Tomás Guanipa, contra el partido Voluntad Popular, que lideran Guaidó y Leopoldo López.
Los fracasos de Guaidó en sus ofensivas contra Maduro lo fueron debilitando. La esperanza que la mayoría disidente había depositado en él cuando se proclamó «presidente encargado», fue decayendo ante cada embestida fallida contra el régimen.
Mientras el respaldo de la mayoría, contraria al régimen, se diluye aceleradamente, en el liderazgo opositor reina la discordia, las rencillas y las intrigas.
Ese liderazgo opositor que se quedó sin estrategia ni energía, encontró en Barinas una victoria en las urnas que le da una bocanada de oxígeno para mantener signos vitales.