Por Héctor Cometto. “En el fútbol, como en la vida, hay que vivir organizado y de vez en cuando desorganizarse, no al revés, porque sería fatal”, sentencia César Menotti y marca una pauta clara, como siempre ocurre cuando opinan los que saben.
Belgrano es hoy un club organizado. Su orden actual era una utopía hace unos años, y es su gran conquista. Y ahora deberá desorganizarse si se clasifica a la Copa Sudamericana. Asumirá riesgos, deberá cubrir espacios protagónicos amplios y hasta ahora desconocidos. Deberá ser aún más grande, sin agrandarse.
Como en la cancha en la era Zielinski: normalmente, cubre espacios, es solidario, retrocede y marca, bien organizado. Y de modo excepcional, cuando ve la oportunidad, sale disparado, ataca, arriesga, se desorganiza.
Cuando los periodistas le dicen al técnico que Belgrano debería ser más ofensivo, atacar más, el “Ruso” dice: “Muchachos, ustedes ven mucho al Barcelona”. Justamente, los catalanes vienen de la escuela holandesa de Rinus Michel y Johan Cruyff, a la que se le llamó “La desorganización organizada”.
A Belgrano no le sobra nada. El origen del descenso de Talleres está en la intervención en la Libertadores, Mercosur y demás, ni hablar de Independiente, Banfield, Argentinos. Plantel largo, presupuestos descontrolados, expectativas sobredimensionadas, olvido de los sacrificios originales.
Belgrano llega a otra etapa y la deben controlar sus principios rectores: garra, entrega, humildad. Y sus principales rectores: Olave, Turús, Farré, González, Zielinski, Pérez.
El «Celeste» debe disfrutar de la fiesta que se viene, se lo merece, aunque tiene que tener cuidado con la resaca.