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Por Claudio Fantini. Rafael Bielsa cometió dos estropicios: por un lado, trasgredió el límite diplomático que debe tener un embajador en el país donde desarrolla su función y, por otro lado, aportó una prueba más de la hipocresía que del gobierno de Alberto Fernández cada vez que se escuda en “la no injerencia en los asuntos internos de otro Estado”. En realidad, lo hace para justificar silencios y en votos que son funcionales a regímenes “amigos” que violan los derechos humanos. Repasemos.
El embajador argentino en Chile calificó a José Antonio Kast como “pinochetista” y “rupturista”, tras ganar la primera vuelta de la elección presidencial.
Esas palabras implican la “injerencia en los asuntos internos de otro Estado”. Lo más grave es que los enchastres de Bielsa no tienen sentido.
Por caso, aunque sin dejar de ser un dislate diplomático, tendría sentido si, por ejemplo, sirviera para sumar votos al otro candidato. En realidad, de sumar un voto a alguien sería al propio Kast.
Ocurre que en Chile absolutamente nadie ignora que el candidato que logró más votos el domingo es pinochetista y rupturista, porque él mismo lo ha dicho innumerables veces en los últimos años.
Lo que dijo Rafael Bielsa es cierto, pero en boca de un embajador fue antidiplomático y estúpido.
La única utilidad del pronunciamiento del embajador, está en el plano interno: habló para satisfacer a sectores de la militancia oficialista.
Este estropicio cometido por el Gobierno a través de su embajador, no justifica los pronunciamientos que en varias ocasiones ha tenido José Antonio Kast, transgrediendo los límites que debe respetar alguien que puede llegar a la presidencia de su país.
El candidato ultraderechista había dicho que la situación social de la Argentina es por culpa del “populismo” que encarna Alberto Fernández.
Lo que dijo Kast tiene una porción significativa de razón, pero haberlo dicho muestra una peligrosa agresividad.
Lo que dijo Bielsa también es cierto, porque el propio Kast se asume de ese modo. Pero decirlo es antidiplomático, es vito como una injerencia y una irresponsabilidad. O sea, un estropicio.