Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Las renuncias en un mismo día del canciller Ernesto Araújo y del ministro de Defensa, Fernando Azevedo, implican la peor crisis del gobierno de Jair Bolsonaro, desde que hizo desfilar a tres ministros de Salud en plena pandemia. Estos hechos muestran que el presidente es visto como el responsable por el colapso sanitario y el desborde que sufre Brasil por la pandemia de Covid-19.
Ernesto Araújo decidió dejar la cancillería de Brasil agobiado por “el fuego amigo”. Los partidos de la coalición ultraconservadora presionaron desde el Congreso para sacarlo del Palacio de Itamaraty.
Intentan convertirlo en el único extremista e impulsor de los sabotajes del gobierno al distanciamiento social, la campaña de vacunación y las políticas antipandemia aplicadas en los estados que componen la federación.
Las fuerzas que lanzaron la ofensiva contra el canciller creen que se puede convertir a Araújo en chivo expiatorio de los delirios de Jair Bolsonaro.
Los partidos de la alianza no son los únicos que quieren expiar los estropicios cometidos por el presidente en la pandemia.
Seguramente, muchos militares y también empresarios, además del inteligente y discreto ministro de Hacienda, Paulo Guedes, deben percibir que para tener chances de reelección en 2022, hay que empujar a Bolsonaro al centro.
Si no puede mostrarse moderado, equilibrado y sensato, el presidente tiene pocas chances de ser reelegido.
Araújo comparte con su jefe la mirada ultraconservadora, el desprecio visceral a las élites intelectuales de centroizquierda y de centroderecha, así como también su creencia en las teorías conspirativas.
Por ello, se lo consideró el más adecuado para cargar con las patologías que están detrás de la prolongada parálisis del gobierno central y de los sabotajes presidenciales a las políticas sanitarias que condujeron al desastre sanitario que padece Brasil.
Bolsonaro y Araújo comparten la admiración por los postulados estrambóticos del pensador esotérico Olavo de Caravalho. Bajo ese influjo, el diplomático acompañó al ex capitán en el error inaceptable de adherir fanáticamente a Donald Trump y de apoyar su descabellada denuncia de “fraude” en la elección que perdió frente a Joe Biden.
Sin autocrítica y acompañando con acciones la prédica antivacuna de Bolsonaro, Ernesto Araújo atacó a los gobiernos de Biden y de Xi Jiping, complicando el acceso de Brasil a las grandes cantidades de vacunas que necesita desesperadamente.
Por presión de los asustados del gobierno, Bolsonaro ya dejó de sabotear el distanciamiento social, de hacer afirmaciones delirantes y de insultar a quienes lo critican.
Recién a esta altura del desastre sanitario empezó a usar barbijo y a anunciar iniciativas apuntadas a disminuir las muertes por Covid-19. También dejó de promover la cloroquina y de sembrar miedo contra las vacunas.
Curiosamente, las chances de Jair Bolsonaro dependen de Lula da Silva.
Si el líder del PT mantiene el discurso radicalizado que esgrime desde que el juez Sergio Moro se propuso encarcelarlo, la polarización podría resultar funcional al presidente, en tanto no aparezca una figura centrista y se descubra que la mayoría de los brasileños está harta del odio cruzado entre los extremos.