Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. El presidente Mauricio Macri anunció que no asistirá a la asunción de Jair Bolsonaro el 1° de enero próximo. ¿Por qué? Si la razón es que prefiere descansar en el sur con su familia, como se esgrimió, su actitud sería reprochable. La asunción de un presidente de Brasil es lo suficientemente importante para que el mandatario de un país tan intrínsecamente relacionado con el gigante sudamericano sacrifique su descanso en pos de una relación de altísimo valor estratégico.
Las diferencias políticas no pueden ser una justificación. Resulta insano y, por ende, negativo para una región, que los mandatarios sólo se relaciones con los colegas con los que tengan afinidades políticas. También es absurdo.
Pero el caso de Bolsonaro es diferente. Tener gestos de reserva hacia el presidente electo de Brasil está justificado, no porque sea un hombre de derecha pura y dura, sino por la larga lista de pronunciamientos repugnantes que ha tenido a lo largo de su carrera legislativa.
En el caso Bolsonaro, lo negativo sería actuar como si esos pronunciamientos fueran, de algún modo, aceptables. O como si se los pudiera encuadrar dentro de la lógica de posiciones previas a la asunción de un cargo de alta responsabilidad política.
No se trata de repudiar a la mayoría que votó a Bolsonaro. Se trata de dejar en claro que una cosa es tener posiciones diferentes, y otra, muy distinta, es esgrimir un discurso de odio hacia colectivos sociales.
No se puede actuar como si nada frente al discurso de desprecio racial, social y sexual que exhibió Bolsonaro en el pasado.
Lo correcto no puede ser dejar impune la violencia retórica. La cuestión no es interferir en los asuntos internos de otro país por diferencias políticas o ideológicas, sino de sancionar moralmente el racismo, la xenofobia, la homofobia, el sexismo.
Toda forma de desprecio supremacista debe ser cuestionada, porque dejarla impune tiene efectos perniciosos, más allá de que su portador haya ganado una elección y llegue próximamente al poder.
No se trata de romper relaciones con Brasil mientras tenga en la presidencia a un hombre que hizo apología de la tortura, del asesinato, de la masacre y de la discriminación racial y sexual.
Es necesario marcar claramente el límite entre la diferencia aceptable y la convivencia inmoral con la exaltación de lo despreciable.