Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Oberdán Rocamora, especial para Jorge Asís Digital. Mauricio, Sergio y Daniel (Segunda temporada): Con la descalificación a Massa, Macri lanza la campaña electoral.
Devolución de gentilezas
“Si tiene que elegir entre Sergio y Daniel, Cristina lo prefiere a Mauricio”. Se escribió en el primer episodio de la miniserie. En esta “segunda temporada” es Mauricio el que tiene que elegir el opositor.
Devuelve gentilezas. Opta de lejos por Cristina, La Doctora.
Sergio sigue como el contradictor principal. Como lo fue con La Doctora, durante la primera temporada, después de haber sido su Premier.
Durante la segunda, Sergio es el contradictor de Mauricio. Aunque se presenta como “dador voluntario de gobernabilidad”.
En cambio Daniel, por haber perdido con Mauricio, queda más retrasado. Golpeado. Pero sin abandonar la miniserie.
También La Doctora, asediada por mil causas judiciales, mantiene la ambición. Persiste inalterable la señora Carrió, hoy adherida a Mauricio, con luminosas participaciones especiales. Aposentada en la provincia (inviable). Buenos Aires.
Pero surgen otros actores potenciales que en próximos episodios tendrán rodaje. Tienen el peso propio, para escalar. La señora María Eugenia Vidal, como Juan Manuel Urtubey. Y Florencio Randazzo, si decide asomarse. Como Martín Lousteau.
Al iniciarse la superproducción, en el epílogo de 2013, Sergio estaba más cerca de ser el presidente. Durante 2015 Daniel parecía imponerse. Pero Mauricio se quedó al final con la presidencia.
Es Mauricio quien ahora vuelve de China. De codearse en el G20. Para continuar con la servida consolidación desde afuera hacia adentro.
“Hemos sacado a Argentina del aislamiento”.
Consta que paga bien aún culpar al kirchnerismo. Cuando La Doctora iba a las paqueterías del G20, se suponía también integrada y pretendía bajar línea. Explicarle el funcionamiento injusto del mundo a Obama y a Merkel, que trataba de no reír.
Entonces la sobriedad del Producto Macri comienza a valorarse. Téngase en cuenta que Obama volvió a felicitarlo por cuarta vez. Que el hierático Putin lo trató como a un verdadero par. Que Ji Jimping, acaso el único salvador real, lo tuvo especialmente en cuenta. Y hasta el enigmático Al Sisi de Egipto quedó impactado y lo celebró -como Merkel- con cordialidad fraternal. Mientras el desubicado Temer decidía seguir los pasos ejemplares de Mauricio, como si fuera el líder continental que describen los columnistas locales.
Significa confirmar que en Hangzhou, Mauricio se despachó con la anunciada ducha de reconocimiento. Con la breve oxigenación del G20.
Semejante inmersión en el respeto pudo proporcionarle las fuerzas renovadas para enfrentar los sucesivos fracasos personales que lo aguardan en la patria.
Consecuencias de la mala praxis. Derivaciones de la letal insustancialidad. La torpeza gestionaria hasta para manejar las ridículas cuentas de gas.
Boletas que lo tienen, para colmo, de rehén.
Sin embargo, desde el empoderamiento de China Mauricio sintió que debía ponerlo en su lugar a Sergio, con un coscorrón verbal a la distancia. Al astuto que quisiera exterminar. Convertirlo, si puede, en otro Francisco (de Narváez).
Sergio lo excede a Mauricio. Lo puede. Lo “saca”.
En un desborde anterior, Mauricio lo calificó de “ventajero”. Como si Sergio fuera apenas un jugador de gambeta corta. Sin habilidad para la estrategia, ni los cambios de frente. Desde China Mauricio le dijo a Sergio que “hablaba por hablar”. Hábito que los franceses denominan “langue de bois”.
En el fondo, Mauricio complementó desde China la ofensiva contra Massa que la señora Carrió ya había comenzado en Buenos Aires. A través de fotografías casuales, que enchastran al Titular de la Franja de Massa. Por las vinculaciones gráficas de Sergio con la estrella delictiva Ibar Pérez Corradi, la última decepción judicial.
Consta que a Pérez Corradi lo trajeron, desde la triple frontera, en otra superproducción digna de Netflix. Pero nadie sabe ya qué hacer con el preso. Si extraditarlo o liberarlo. Cuesta, siquiera, escucharlo.
Lo trajeron a Pérez Corradi para que arrojara el cuantioso barro fecal sobre la historia de Aníbal Fernández. Pero de pronto Pérez Corradi sorprende al distraído Tercer Gobierno Radical. Al enchastrar a Ernesto Sanz. No estaba acordado.
En la evaluación de Carrió, que actúa en tándem con Mauricio, aún en tiempos de selfies un político debe ser responsable de la trayectoria de todos los que se fotografían a su lado. Sabe que nadie editará la fotografía de Carrió con aquel organizador de fiestas en quintas de La Plata. Cuando murió una adolescente. Flotaba en la pileta.
Obama ya alude al recuerdo. Como Putin, o Ji Jimping. O el pobre Rajoy que lleva un año sin formar gobierno. O el paseo en bicicleta con la señora Juliana. Fugacidades que oxigenaron brevemente al sobrepasado Mauricio.
Suficiente suspiro para enfrentar dos o tres días del intenso Buenos Aires. Con tarifas y marchas. Con la ineptitud que transitoriamente suele ocultarse gracias a la “herencia recibida”. Y a La Doctora, con la adversa centralidad que representa el extendido terror al regreso del populismo.
Sergio, en cambio, tuvo -con el reto- la constatación. Supo que Mauricio arrancó la campaña electoral. En adelante, vienen por Él.
Debe recurrir otra vez a la “astucia de la ambigüedad”. A jugar sabiamente con los avances y retrocesos. A confundir. Para emitir mensajes racionalmente contradictorios. A mostrarse con Lavagna y De la Sota (antes que se vaya a España). Son los dos tíos mayores que le otorgan solidez y credibilidad. Basta con agregar a la estelar señora Stolbizer, mientras Sergio reagrupa la Franja y tienta a los señaleros del Grupo Esmeralda. Junto a los muchachos huérfanos del kirchnerismo acosado, que lo necesitan, tan cargados de fuegos del pasado, quemados. Pero con un 25 % cautivo.
A través de Alberto, el pujante ex Jefe de Gabinete, Sergio trata también con Máximo Kirchner. Elegante manera de tratar, en el fondo, con La Doctora que no perdona.
Como el mar del film con Tyrone Power.
Por su parte, Daniel no está todavía para ser “tapado con diarios”. Como no lo estaba Italo Luder, en 1983. Ni Eduardo Duhalde en 1999.
La derrota, en el peronismo, es un error. Ninguna contingencia elemental de la política.
Perder es una desgracia, así sea por un punto.
Pero Daniel se propone facturarle a la sociedad. Por haber anticipado lo que Mauricio iba a hacer. Ajustar y echar.
Le dice a Morales Solá por TN que mantiene “la vocación intacta”. Para brindarle legitimidad a la insistencia, Daniel pone el ejemplo de Lula, de Mitterrand, de Salvador Allende. Quiere lograr que el peronismo llame dos veces.
Como el cartero del film con Jack Nicholson.
Oberdán Rocamora
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